TPtor desgracia, las medidas que plantea el Gobierno para atajar los devastadores efectos de la recesión económica no dan en el blanco. No consiguen sacar el carro de la zanja aunque, eso sí, arman ruido mediático que, a la postre y en puertas de unas elecciones, es de lo que se trata.

Rodríguez Zapatero habla de los bancos y con los banqueros; de los sindicatos y con los sindicalistas; de los empresarios y con la patronal. Habla y habla, pero no resuelve. Es verdad que la crisis no es sólo un problema social para España --en Francia tampoco Sarkozy acierta con la receta--, pero en nuestro caso la cosa es más grave porque la cifra de parados (alrededor de los cuatro millones), es insoportable. Se ha convertido en una plaga imparable.

¿Cuándo parará? Nadie lo sabe. Tampoco Zapatero, a juzgar por las vaguedades con las que ha despachado la pregunta en las dos últimas entrevistas que ha concedido. La clave propagandística que maneja el presidente en relación con las medidas anticrisis recuerda aquella anécdota de Manuel Azaña cuando en las postrimerías de la guerra y en pleno avance de las tropas franquistas sobre Cataluña le preguntaron por la marcha de las operaciones militares: "La cura --contestó refiriéndose al contraataque del Ejército Republicano en el Ebro-- va buena, pero --añadió--, el ojo se pierde". Pues, eso. Así acontece con la crisis y el empleo en la España de nuestros días. Malos tiempos.