En la encuesta del GESOP publicada la semana pasada por este periódico, el 87,3% decía que iría a votar el 21-D. Aunque este dato siempre hay que matizarlo porque normalmente la participación real es inferior, ahora los que aseguran que votarán significan 6,5 puntos más que en las últimas elecciones autonómicas. Este dato anuncia una votación muy alta en unos comicios que un 72,4% califica de «muy importantes», según el mismo sondeo, frente a solo el 50,8% de hace dos años, cuando la cita electoral se presentó como plebiscitaria y la participación (74,95%) batió todos los récords en unas catalanas.

Este porcentaje solo fue sobrepasado en cinco elecciones generales decisivas (1977, primeras de la democracia; 1982, triunfo del PSOE tras el 23-F; 1993, última victoria de Felipe González; 1996, primera de José María Aznar, y 2004, vuelco con triunfo de Rodríguez Zapatero tras el 11-M). Es, pues, complicado que la participación el 21-D se dispare aún más que el 27-S, pero es posible tras los dos años más agitados del procés.

Carles Puigdemont incidió el sábado en la necesidad de que el electorado independentista vote en unas elecciones que calificó como las «más trascendentes» de la historia.

La movilización independentista se da por descontada, pero se detecta una fuerte expectativa de participación de los contrarios a la independencia (los que valoran la importancia de las elecciones crecen 40 puntos). Si los contrarios a la independencia quieren romper la mayoría absoluta de los independentistas deberán conseguir un descenso de la abstención en el área metropolitana de Barcelona, en Lérida y en Tarragona.

Hace dos años, la Cataluña interior votó en masa, y ello, unido a la prima del voto rural, dio a los partidos independentistas la mayoría en escaños, pese a que los no independentistas obtuvieron casi 100.000 votos más.

El aumento del voto urbano será decisivo, ya que dos tercios de los que no fueron a las urnas el 27-S viven en alguna de las 50 ciudades más pobladas. Barcelona también es clave, porque, aunque en el 2015 superó la media de Cataluña (lo que no ocurrió en barrios como Hospitalet o Santa Coloma), los abstencionistas llegaron a 260.000.

Aunque todo indica que va a ser así, no está de más recordar que la participación debe ser masiva por la importancia de lo que se decide.