WEw stupor. El último episodio de la crisis que vive el Partido Popular extremeño desde que perdiera las últimas elecciones autonómicas y se abriera la sucesión de Carlos Floriano causa asombro entre los ciudadanos y un verdadero cisma en las filas del partido. Que un senador renuncie a su escaño a las 24 horas de haber sido designado, y que lo haga por presiones internas aunque revestidas de personales, es un asunto de extrema gravedad. Máxime cuando ese senador, para serlo, ha comprometido a una institución como es la Asamblea de Extremadura, que tendrá que decidir de nuevo quién va a sucederle.

La marcha atrás de José Antonio Monago --que no es precisamente un ´don nadie´ en el PP: presidente provincial de Badajoz, primer teniente de alcalde de la capital y parlamentario regional--, plegándose a la voluntad de su alcalde, Miguel Celdrán, es una maniobra que descubre la honda división interna que vive el principal partido de la oposición, que al mismo tiempo es --aunque sea teóricamente, y más con acontecimientos como éste-- única alternativa de gobierno al PSOE.

Monago ha sido víctima de la guerra de guerrillas que vive esta organización. Por un lado, el presidente regional Carlos Floriano y sus fieles deciden que el senador que represente al Parlamento extremeño por su partido sea José Antonio Monago. Por otro, el alcalde Miguel Celdrán --que aunque no es presidente regional no le hace falta porque tiene lo que nadie en su partido, la legitimidad de haber ganado cuatro elecciones por mayoría absoluta y hacer que Badajoz sea también ´popular´ en las generales--, quiere que sea senadora Cristina Herrera, a la que ha dado explícitamente su apoyo para el cargo.

Y ayer chocaron los trenes. De este ´accidente´ dejan al partido en situación de ´siniestro total´. Porque llueve sobre mojado. Porque no es novedad que el PP dé muestras de descomposición. Porque lo que ha venido ocurriendo desde las últimas elecciones generales no tiene otro sentido que el de la desbandada, y los intentos de Floriano, que es a la vez pirómano y bombero, para que el partido llegue al congreso del otoño están siendo inútiles. Después de lo ocurrido ayer, ¿con qué autoridad Carlos Floriano va a poder pedir que el periodo precongresual transcurra por cauces leales con el PP? Con muy poca autoridad, porque ayer ha sido no solo desautorizado, sino ninguneado. No cabe otro juicio tras saberse que se había enterado que le habían revocado su decisión de nombrar un senador después de la rueda de prensa en que lo anunció el interesado. Un ´ninguneo´, por otra parte, implícitamente admitido por él, puesto que la respuesta oficial que dio el PP --, horas después, apenas dos párrafos llenos de lugares comunes, como los que hubiera escrito un boxeador grogui-- fue en nombre no de su presidente, sino del secretario general, César Díez Solís.

El PP tiene suficiente responsabilidad institucional como para que los ciudadanos no le exijan que les aclaren quién manda en él. La respuesta más lógica, a tenor de lo ocurrido ayer, es Celdrán...o nadie. Por todo ello no les falta razón a quienes ayer pidieron que una gestora se hiciera cargo del partido hasta el congreso. Aunque no acalle la duda de, sin aun con ella, se pudiera detener el caos.