Los partidos políticos pasan por ser los principales agentes del sistema democrático. Existían ya en la Grecia clásica, y ha habido partidos en los tiempos medievales, en las conspiraciones florentinas y en la etapa liberal. En cada momento histórico han desarrollado un sistema peculiar de lucha política. La concepción moderna de los partidos está ligada a la estructura del Estado representativo, pero estas organizaciones han evolucionado desde un sistema de débil representación individual hasta los poderosos medios de integración de masas de nuestros días.

Las críticas a los partidos se han centrado siempre en el déficit de su funcionamiento democrático. La opacidad de su financiación, la endogamia en la elección de sus líderes, la tibieza en la lucha contra la corrupción interna y la falta de un sistema electoral abierto han conducido a un descrédito del sistema de representación partidaria, de forma tal que un amplio sector de la ciudadanía ha llegado a pensar que estas organizaciones no son ya el instrumento idóneo para alcanzar objetivos tan importantes como la libertad, la igualdad o la justicia social.

En la actualidad, además de estas antiguas críticas, se les pueden añadir otras nuevas. Quizá la más importante sea que los partidos políticos están viviendo una etapa de desideologización. Ya no es prioritario para estas organizaciones promover un análisis sobre los métodos y acciones que conduzcan a una mejor defensa de los intereses sociales; ni por supuesto se fomenta la discusión y el debate de ideas. Más bien se reprimen, porque se confunde contraste de pareceres con disputa del liderazgo. Y de este modo se advierte que los partidos políticos están más centrados en la mera lucha por el poder, en el dominio del aparato, que en la renovación de sus ideas o en buscar la fórmula para volver a conectar con la sociedad.

El próximo año es tiempo de congresos para los principales partidos españoles. Los medios de comunicación están dando cumplidas noticias de quiénes aspiran o pueden aspirar a la presidencia o secretaría general de los mismos. Nos informan cabalmente de los movimientos tácticos que se producen en cada partido para alcanzar el liderazgo. Nos proporcionan colmadas noticias del sistema que van a seguir en las votaciones para la elección de tal o cual órgano partidario. Sin embargo, apenas se nos informa de qué propuestas ideológicas están en disputas ni qué aportes programáticos van a defenderse por un sector u otro. No existen o no importan.

Identificar en estos momentos democracia con pluralismo partidista resulta una mera ingenuidad. Más aún, una partitocracia desideologizada conduce a la negación del sistema democrático.

* Catedrático de Derecho Mercantil