WLw a palabra anorexia no hace referencia a una forma extrema de delgadez sin más, sino que es el nombre de una enfermedad atroz con efectos físicos y psíquicos a menudo irreversibles. Los dos desnudos de una joven enferma de anorexia, correspondientes a la publicidad de una marca de ropa italiana, han levantado una enorme polvareda, y seguramente en este caso, más que en ningún otro, nada es absolutamente negro ni diáfanamente blanco. Cierto que las fotografías de Isabelle Caro son más una descarga eléctrica que un ejercicio estético, pero quizá la lucha contra la plaga no admite caminos intermedios, sino sacudidas que pongan a salvo a los jóvenes de tentaciones autodestructivas.

Sería pura ingenuidad suponer que Oliviero Toscani, el fotógrafo autor de la campaña, la ha diseñado sin pensar en la cuota de popularidad que le procuran unas imágenes escandalosas. Pero sería de una ceguera absoluta negar algún efecto disuasorio a la publicidad que llena las calles de Italia. Frente a una moda promotora de una delgadez esquelética, de tallas imposibles mostradas masivamente por todos los medios, especialmente los audiovisuales, la técnica del impacto rotundo, sin defensa posible, parece una de las pocas fórmulas eficaces para neutralizar el fenómeno de las pasarelas anoréxicas, salvo honrosas excepciones como la Cibeles.

En todo caso, resulta bastante más escandaloso el silencio ominoso de los gestores de muchos certámenes de moda, que están lejos de sentir preocupación por los estándares de salud de nuestros jóvenes, que el oportunismo publicitario. El primero favorece la extensión de la plaga; el segundo puede que sirva para rescatar a algunos del desastre.