TEtl paseo de Cánovas de Cáceres tiene cierta complicidad con los libros y con la primavera: estos días se reúnen. ¿Qué sería del hombre paseante sin libros? Ellos traen ideas, sentimientos, sensaciones para poder seguir haciendo el camino.

Quienes convierten Cánovas en paseo de libros sean bienaventurados, pero quienes hurtan la presencia de éstos, demandados sean. Y es que de un tiempo a esta parte, el libro no llega: llega el sucedáneo, el libro hueco, sin fulgor ni arrebato, fruto de las políticas de la subvención y el auxilio social pedagógico, con encuadernación brillante, dispuesto más a dar liebre por libro que a sancionar una creatividad competitiva y una estimulante defensa del talento.

No sé si el planteamiento se agota en la triste disyuntiva de libro subvencionado o nada, pero la literatura siempre vivió a la intemperie de la desprotección de los gobiernos y el paseante espera detrás de cada libro un ser humano deseoso de comunicar ideas y sentimientos, no un monocorde subsidiado ni un cambista al uso. El pasear y el libro se avienen mejor a la creación interior que al alboroto ferial, el cambalache y la almoneda: convendría, pese al espectáculo, cuidar ciertas complicidades.

*Licenciado en Filología