TEts una emoción fuerte y continua que domina a la razón y orienta a toda la conducta, según la define el DRAE, y esa fuerza latente, según otros, que espera como el pedernal el choque con el hierro para lanzar chispas de luz. Por su parte, Amado Nervo escribiría: "es una fuerza cósmica, como la gravitación". Todas frases lapidarias que nos lleva a considerar la pasión con todo respeto. Pues, entre otras cosas, con ella los escritores construyen hermosos relatos, sesudos ensayos, altos poemas y audaces fantasías. Lo dijo Balzac: "Sin la pasión, la historia, la novela y el arte serían inútiles". Mucho se puede realizar con vehemencia, al ser como viento que nos empuja, mas evitando que sean grandes huracanes. Todos sentimos su arranque y su brío, ante los retos que hemos de afrontar en la vida, superándolos mejor si los afrontamos ardientemente. Pasión que nos espolea desde la infancia a prepararnos con vigor, a titularnos con brillantez y aprender el oficio con solvencia. Y, posteriormente, a trabajar con entrega y tesón, para que nuestro trabajo sea el que nos exige la sociedad del siglo XXI.

Destacan la pasión por el arte, por la música, por la poesía, por la ciencia o por la entrega a los demás. Y, cómo no, la pasión por la política; ya Aristóteles definía al hombre como "animal político"; concepto éste muy actual en nuestros lares, pues estamos en medio de una jungla de partidos que venden sus valores ideológicos en su pugna por el poder. Y está la pasión del deporte, sobre todo del fútbol, pues no hay mayor explosión vital que el triunfo de un equipo, donde el gol, que es cual proyectil contra las mallas de la portería rival, incendia las gradas con momentos de euforia y entusiasmo...

Y, por supuesto, está la pasión amorosa, tan impulsada en el Siglo de Oro y en el Romanticismo, donde tantos escritores pusieron sus ojos en todas las Melibeas, Julietas y Dulcineas cervantinas que en el mundo han sido. Cuyos fervores, en ocasiones, han sido tan fuertes y tan aguda su huella, que los versos de Tirso de Molina sentenciaron: "Nunca sale de raíz/ una pasión encendida;/ que en el hombre más feliz, aunque se sane la herida/ se queda la cicatriz". Mas afirmemos que, a pesar de todo, no debemos apegarnos demasiado al objeto deseado, pues las pasiones son buenas cuando somos dueños de ellas y malas cuando nos esclavizan. Y, si alguna vez, es ardua la tarea de arrancar las dañinas, seamos contumaces en el intento.