Las carreteras españolas son ya las segundas más peligrosas de Europa. Según un informe elaborado por asesores de la Comisión Europea, si se contabiliza el número de personas muertas por kilómetros recorridos en automóvil, sólo nos supera Grecia. El índice español triplica el europeo y dobla el de Italia. Los expertos consultados por Bruselas, que está elaborando un proyecto para reducir a la mitad las 39.000 muertes anuales en accidentes de tráfico en la Unión Europea, advierten de que sólo las medidas sancionadoras drásticas son efectivas.

Sin embargo, en España, mientras las infraestructuras viarias mejoran lentamente y la señalización sigue siendo un peligro público, se confía aún en mensajes publicitarios alarmantes. El aumento de los controles intimidatorios, la última oportunidad antes de lanzar el Código Penal sobre los conductores irresponsables, se ensaya de forma novedosa en muy pocas ciudades. Las tímidas reformas aprobadas no se despliegan (no se han elaborado aún dos de los tres reglamentos que debía desarrollar la nueva ley de tráfico) e iniciativas como el carnet por puntos sólo se estudian como una posibilidad a largo plazo. Nada que ver con las acciones decididas e inmediatas que propone Bruselas.