¿De qué escribe uno el viernes que precede a toda una Nochebuena? Porque hay que ser razonables: la situación, cuando menos, requiere mesura. No solo se encara la alegría habitual de dejar atrás la larga semana laboral, el siempre esperado y no pocas veces desperdiciado fin de semana. Sino que, venga, para más inri (que estamos como muy en la época...), hoy es el día en el que muchos dan comienzo a sus vacaciones navideñas. Recorren kilómetros para que lo que ya sabemos que decía el Almendro. Vuelve, a casa vuelve... no es cuestión de jugar a hacerse el Grinch o repartir carnets de buena gente, que siempre me han escamado los dogmáticos que se miran encantados a sus espejos.

Extremadura, como siempre, será por estas fechas la madre comprensiva y acogedora que nos recoge a muchos. Incluso a los que ni aún hemos llamado suficiente los meses anteriores, o veníamos solo a hacer parada y fonda (casi siempre nocturna) en casa. No pregunta ni se escama, parece que sonriera indulgente y simplemente se contentara de tenernos en "casa".

Así que todo lo que no sea sumarse a la corriente filonavideña y pacificismoenlatierra es visto como irrespetuoso, provocador, que atenta contra ese silencioso alto el fuego que suponen los períodos navideños. Hasta a Obama le ha dado por felicitar las pascuas, ron en mano, desde la soleada Miami a la isla en la que (por si acaso) tienen una base llamada Guantánamo. Cosas veredes.

Por lo de antes no lo parece, pero me gusta la Navidad. No soy ningún león sin corazón, y aunque no me guste el tramposo anuncito de Antonio y el café , me sigue gustando la Navidad. Con sus felices fiestas, sus loterías y buena salud, sus brindis de cava (extremeño, si hacen el favor), su impostada profusión de buenas intenciones y su maratoniana sucesión de cenas..., bueno, no seré (más) cínico: lo de las cenas es un rollo. Ya cansan la cohorte de los corbata en la cabeza y las del champancito y giro peligroso, que además improvisan pista de baile (ojo, les vale danzar en vía pública, no se descuiden). Tenéis todo un año entero para hacer el ridículo, vamos a repartirlo. Solicito mejor gestión de los tiempos. Como dice un gran amigo mío, a ver si dejan de salir los que nunca suelen y devuelven los bares a los habituales, que son más civíco en esto, por costumbre digo yo. O como diría Costas y sus siniestros: en beneficio de todos.

Me gusta la Navidad. Es más: me gustaría tener otra Navidad. No me refiero a una en el Caribe, con estampa de bañador y gorro de Papá Noel, viviendo peligrosamente cerca de un ridículo bronceado diciembrero de guiri y de que te pongan un mojito en la mano según te descuidas. O sí, que así contado no suena tan mal, cuando aquí las campanas tocan a rebato de bufanda y abrigo hasta los pies. Pero sin esas fotos tan cuñadísticas del "aquí, sufriendo". Nosotros sí que sufrimos, no por nostalgia de la playa y del añorado sol, sino por vuestra tendencia a ser pesados de forma pública (dicho en plan cariñoso).

ME GUSTA otra Navidad. Será que me hago mayor o más juicioso (ya, ya, soy consciente de que todos ustedes votan la primera opción), pero no dejo de tener la sensación que algo se nos ha ido de las manos. De hecho, fue en mis manos cuando tuve esa vaga noción de que esto se había exagerado un poco.

Aventurarte un sábado prenavideño por las céntricas calles de Madrid supone todo un ejercicio de estudiada superficialidad que conviene revisar. Y es ahí, cuando tus manos están a punto de sangrar cargando bolsas repletas de regalo como si la vida te fuera en ello, cuando no encuentras el oremus. Es mi opinión, pero me parece que nuestra nueva Navidad está dictada desde los anuncios de colonia, juguetes y lotería. No puedo evitar esa terrible sensación de que me han pastoreado hacia las tiendas para que mis tarjetas de crédito se peguen su particular juerga (y después, claro, vendrá la resaca). Me gusta la Navidad, pero quizás una más sencilla.

Que soy consciente de que no volverá. Por eso, soy positivo, y me quedo con que en esas abarrotadas tiendas de las que hablaba, todos estaban más contentos de lo habitual, consumían pensando en los suyos y no en el ego propio, y que al final, aunque sea solo una excusa, son días perfectos para ver y sentir a los que no siempre puedes tener a tu lado.

¿Ha quedado lo suficientemente ligero para las fechas? El artículo seguro que sí (darle profundidad sí que sería novedoso). Ustedes, por si acaso, cojan peso. Y no, ya saben que no hablo de turrones y mariscos. Sinceras felices fiestas.