TNto es que hubiera una ilusionada esperanza en que la reunión de los pastores del G-20 fuera a solucionar con rapidez la atonía económica y desilusionante en la que estamos inmersos, pero tampoco se atisbaba que la reunión fuera a terminar sin que nadie hiciera migas con nadie. Si, hasta no hace mucho, en la confección merienda, China solía hacer caso a Estados Unidos y retiraba los rollitos de primavera para que no sólo exporten ellos, en esta ocasión han decidido que el que no devalúe el último, y se ha iniciado una carrera cuyas consecuencias no pueden ser buenas para nadie.

Entender de economía en estos momentos es como ser hipocondríaco y haber estudiado enfermería, un factor que sólo causa más intranquilidad. La deuda de Irlanda, al borde de la suspensión de pagos, nos coloca ante la posibilidad de que una de las ovejas del aprisco europeo se pueda morir, y allí acudirán los pastores a reunirse, que es en la única situación en la que se ponen de acuerdo.

Primero, fue Grecia; está a las puertas, Irlanda. Y, si esto sigue así, la siguiente será Portugal, lo que nos colocaría a España con el número uno para entrar al consultorio del dentista. En ese caso, ¿quedará algo de dinero en los fondos de ayuda? ¿Alemania seguirá dispuesta a subvencionar in aeternum la mala administración de los países socios de la UE? ¿O, siguiendo el ejemplo de desconfianza de Reino Unido con la libra, mandará al euro a freír espárragos y se reinventará el marco alemán? Si eso fuera así se acabó la Unión Europea.

Mientras tanto, la macroeconomía desciende al cogote de los ciudadanos corrientes y descubre lo que oí decir muchas veces al profesor Enrique Fuentes Quintana : "Detrás de los números están las personas". Una de estas personas, un obrero de la construcción que se quedó en el paro, y al que desahuciaron, tomó una cuerda, se dirigió a un parque de Hospitalet de Llobregat, y se ahorcó. A mí no me parece una anécdota, a mí me parece el síntoma de que no estamos preparados para afrontar carencias impensables hasta hace poco, y que las ovejas se pueden morir de desesperación, mientras los pastores deciden reunirse en otra ocasión para ver si en la próxima hacen migas.