Desde los muros desmoronados de la patria de Quevedo y antes también, hemos sido los españoles muy dados a autoflagelarnos , como si no nos amáramos nada, o más bien como si nuestro amor solo pudiera realizarse en la vertiente masoquista del me duele España tan intelectual, negativo, frustrante e injusto. Así, todo orgullo patrio tiende a considerarse nacionalismo rancio y casposo. El españolito que viene al mundo nace con la condena de que una de las dos Españas le hiele el corazón, y existe la maligna creencia de que, si es de los que piensa, tiene por fuerza que desesperarse con las aberraciones de su historia, como si fuéramos desde nuestros desgraciados orígenes una especie cainita condenada a molerse a palos al más puro modo goyesco. Mola mucho más apuntarse a la tradición de la España negra de las pinturas negras y la Leyenda Negra, porque todo lo demás, una interpretación justa e imparcial donde hay oscuros pero también enorme luz, se interpreta como heredero de aquel Cara al sol que algunos ahora quieren reinventar, resucitando el fantasma del franquismo o acusando a un joven líder sin complejos de ser el mismísimo Primo de Rivera.

Muchos extienden, con o sin mala idea, ese España de mierda que nuestros pipiolos representantes de Eurovisión consideran su libro de cabecera, y qué moderno y qué democrático y qué gracioso y qué original. Como si no lo hubieran dicho mucho mejor Larra o Valle Inclán. Pues resulta que no. Que a los españoles no nos pasa nada. Ni somos los más violadores, ni los más intransigentes, ni los más fratricidas, ni padecemos ningún déficit democrático. País de larga historia sangrienta y heroica, formado por seres humanos como todos los demás. Y al que ha costado mucho llegar al momento presente, cuando tanta libertad hay que un individuo que ha menospreciado con xenofobia a sus compatriotas no catalanes, motejándolos de expoliadores, aniquiladores, locos, sinvergüenzas, inmorales, inmundos, horribles y pijos, puede llegar a presidente de comunidad autónoma. Esa es nuestra España. ¿Orgullosos de ella?