Como era de esperar, Once minutos, la nueva novela de Paulo Coelho (Río de Janeiro, Brasil, 24-8-1947), es ya el libro de mayor venta en España. No en vano al autor de El alquimista (1988) --su obra emblemática-- se le ha considerado más un fenómeno comercial que literario.

Pero eso era antes de publicar Veronika decide morir (1999), la historia de una locura que él vivió cuando su familia le recluyó de manera injusta en un manicomio. La crítica le aceptó por fin. Aunque él no renuncia a su estilo sencillo: "Pienso que con mis libros he anticipado el nuevo lenguaje de internet, que es más directo y coloquial".

Exdrogadicto, exhippy, exmago negro y demás, Coelho ha protagonizado una biografía vertiginosa. Fue letrista comprometido de canciones, lo que le acarreó ser detenido en 1974 por la dictadura brasileña y después torturado por paramilitares. A renglón seguido (de 1974 a 1981), trabajó de ejecutivo en una multinacional discográfica hasta que se dedicó a escribir. Siempre ha confesado que su punto de partida fue el camino de Santiago, que hizo en 1986 y en el que descubrió que la sabiduría estaba en la gente corriente y que Dios era "democrático" y no como el que le predicaron en su época de colegio de jesuitas.

Coelho es tan singular que es capaz de estar a la vez con Clinton y con los meninhos da rua.