TNtuestros niños y niñas españoles han disfrutado escribiendo la carta a los Reyes Magos de Oriente y mucho más, al ver los regalos que les han dejado, tantos, que algunos hasta se han aburrido de desenvolver y quitar tanto papel.

Nuestro niño de Gaza no ha tenido ni la oportunidad ni los medios para escribir su carta a los Magos. ¡Ya le hubiera gustado! Lleva doce días escuchando el ulular de las sirenas, el silbido de los misiles, el ruido atronador de las bombas. Su nariz ya está saturada de tufos: se ha habituado al olor a pólvora, a metralla, a carne quemada, a sangre, a muerte.

El niño de Gaza cierra los ojos y sólo ve correr a gentes con los ojos desencajados. Hace días que no va a la escuela. Se encuentra cerrada y bombardeada. Sus padres le han prohibido salir de casa, existe mucho peligro. Pero el hambre aprieta, le arruga el estómago y le incita a saltarse las normas y llevarse algo a la boca.

Dicen que Hamas no ha respetado la tregua, que Israel, tampoco. Pero eso poco importa a nuestro niño de Gaza, de un niño anónimo en una calle anónima, que es representativo de todos los niños en sus mismas circunstancias, con unos beligerantes nominales que juegan a Tú empezaste primero .

Los ciudadanos de a pie sólo podemos denunciarlo, clamar para que quien tenga poder para hacerlo decida actuar y convencer a esas gentes que hay otros caminos para la negociación y, sobre todo, para respetar la vida de esos seres indefensos que nada entienden de territorios, política ni poder.

Si este niño hubiera podido escribir su carta a los Reyes Magos (que para los niños occidentales vienen de Oriente), seguro que no les habría pedido juguetes sino paz.