Hace años que venimos apoyando decididamente la peatonalización del centro urbano de Plasencia y hemos ido viendo, con satisfacción, como cada vez contábamos con más ciudadanos y sectores de población convencidos de esta necesidad. Cuando comenzamos a hablar de peatonalización se nos tachaba casi de locos suicidas, de que queríamos arruinar a la ciudad y a su sector comercial; uno de los motores económicos de Plasencia.

Los comerciantes de la calle del Sol fueron los primeros en apostar por peatonalizar este principal eje comercial y pronto comprobaron los efectos positivos de la medida. Luego fue el alcalde, Cándido Cabrera, quien se atrevió a quitar los aparcamientos de la plaza Mayor. Después hemos tenido que esperar muchos años, sin ningún avance en este sentido, hasta encontrar un concejal seriamente comprometido con la peatonalización del centro urbano, Francisco Martín.

A la paulatina incorporación de nuevos espacios peatonales y para el disfrute ciudadano se ha aliado la acertada renovación de los pavimentos que se está llevando a cabo, propiciando interesantes procesos de transformación de los entornos urbanos afectados, que les han concedido una mayor calidad ambiental y paisajística. Este cambio cualitativo viene determinado por la significativa sustitución de aparcamientos de vehículos (en muchos casos, caótico) por espacios libres ornamentados con bancos y elementos vegetales o habilitados como terraza para bares y cafés. Con acciones de este tipo es como se camina hacia una ciudad más humanizada y habitable, más moderna y sostenible, merecedora del título de Patrimonio de la Humanidad; objetivo común por el que toda la ciudadanía debe trabajar poniendo algo de su parte.

Avanzamos así hacia el modelo de ciudad que la mayoría deseamos: respetuosa con el entorno natural privilegiado que posee; orgullosa de su rico Patrimonio en el más amplio significado de la palabra; concienciada en la conservación y puesta en valor de sus elementos diferenciadores (monumentos, paisajes, río Jerte, calles y plazas de la zona histórica, etcétera) como única industria no deslocalizable; que dé prioridad a los itinerarios peatonales y ciclistas; en definitiva, una ciudad humana y a la medida del hombre moderno consciente de que habitar no tiene por qué ser equivalente a agredir el entorno.

M. Domínguez y J. L. García **

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