No vi entero el programa, pues me falló el interés y me perdí los zumos. Envarado encontré al líder, caballero de fino talante y porte, pese a las señales que en su correcto semblante han grabado la tensión y la presión, que no la edad. Ajado no, pero sí con breve mechón blanquecino, fruto de estos meses correteando provincias y mítines, proponiendo pactos, visitando radio-televisiones. Al contrario que Manuela antes de contradecirse, si no se confesó feliz, lo parecía. Cansado pero feliz de ser quien y como es, de todo lo currado y de la oposición que ocupa. ¡Bien por él!

Mas algo falló en el espacio ese día. Tal vez empatía, tal vez espontaneidad, tal vez profundidad. Pues aunque no vayan allí los invitados a exponer ideologías, a una le hubiera gustado saber más de sus estudios, tesis y nivel de idiomas, los pormenores de su formación y, sobre todo, de su celérica ascensión de diputado desconocido a vencedor de primarias. Y muchísimo más que de su amor por Begoña , de las relaciones con Susana , de gran interés humano sin rozar la exhibición sentimental rosa-cutre, cuya sutil línea roja estuvo a punto de cruzar sin precipitarse del todo en confesión pantojil.

Bertín comenzó aconsejando a los políticos que se acercasen y humanizasen y Sánchez se atribuyó el mérito de haber sido pionero en esta práctica mientras nombraba sin pudor a Suárez o González , a los que jamás se les vio practicando deporte de riesgo, encestando, retransmitiendo fútbol, danzando, cantando a la guitarra o conduciendo un coche chocón. Y mucho menos exhibiendo el alcance de su corazón enamorado.

Y pese a que Zapatero fue también muy aficionado a cantar al mundo la perfección de Sonsoles , el primer político supuestamente serio que osó aparecer en La Noria fue Pepiño Blanco . A partir de ahí nos hemos acostumbrado a que los pretendientes o ejercientes del poder trisquen por ese tipo de programas, con la excusa de mostrarnos su humanidad, cotidianeidad y buenrollismo. Perfecto pues. Aunque una no sepa por qué llaman humanización a lo que no es sino extrema y peligrosa banalización.