Dramaturgo

La muerte de El peíto ese hombre unidental y cuñao de El risitas descubre una dimensión inexplorada en el tema de la televisión todo vale : Que los frikis también se mueren. Ese hombre que Jesús Quintero hizo popular con entrevistas absurdas, chistes absurdos y presencia esperpéntica, puede simbolizar muy bien la sintonía del nuevo ocio español, de ese ocio que hace negocio con las carencias físicas y mentales de aquellos que salen en sus espectáculos. No es que El peíto careciera de gracia sino que ha muerto precisamente porque se le agravaron sus lesiones cerebrales que las tenía y que le condicionaban. Alguien me podrá decir que parte de la felicidad de El peíto estribaba en su conversión en figura popular y que parte de sus ganancias también. Nada que objetar pero un pero... ¿Cuántos como él no son manipulados para hacer reír a las audiencias y aparte de no ganar un euro, ni siquiera son conscientes de su fama efímera? Tenemos ejemplos muy cercanos y puedo decir con conocimiento de causa que algunas páginas graciosas de ciertos programas televisivos han sido protagonizadas por hombres y mujeres que estaban bajo los efectos de tratamientos médicos muy fuertes (alguno intentando hacer una vida normal y sorteando ataques epilépticos muy severos).

Aquella vieja y sabia máxima que nos suponía inteligentes porque éramos capaces de reírnos de nosotros mismos, ha sido sustituida por otra en la que el reírnos de los minusválidos o de las desgracias ajenas hace negocio.

Menos mal que en el otro platillo de la balanza aún quedan humoristas que siguen cultivando el ingenio, o vídeos con las actuaciones de maestros como Miguel Gila, Martes y Trece, etcétera.