TFtui a ver la película de Mel Gibson, fenómeno que trasciende lo puramente cinematográfico, por el impacto social que produce. Los medios así lo pregonan y el espectador lo constata al verla, siendo el diccionario impotente para su adjetivación. Y es que el arte ha llegado a las fronteras del milagro fílmico y al sentimiento de todo un prodigio testimonial de fe. Por la expectación no defraudada. Por su mensaje eterno a esta sociedad hedonista actual. Por la conmoción de la tortura visualizada a través de imágenes insólitas. Por la intensa dramaticidad de cada uno de los paisajes. Por la violencia bestial de unos esbirros que, como buitres carroñeros, infligen sobre el cuerpo de Jesús. Por el agudísimo dolor del reo en su flagelación atroz, que llega al clímax en la crucifixión. La dirección, soberbia; la interpretación, magistral; la ambientación, excelente; la recreación del hecho bíblico, perfectamente conseguida, donde el perfil de los personajes alcanza una bellísima plasticidad dentro de la tragedia. Pero flotando sobre todo, el sarcasmo del juicio y el complot político de la cúpula judía que elimina a quien subvierte el orden que monopoliza, sin obviar la cobardía de Pilatos . Al final, la víctima es el débil, aunque haya dejado el prodigio de sus milagros en bien de la muchedumbre que antes le seguía.

*Doctor en Historia