Se nos ha muerto María Dolores Pradera, y en estos momentos de inestabilidad no solo española, en un fin de mayo amenazante, cuando la insólita decisión del presidente de Italia llena sus calles de protestas y la moción de censura en España tal vez traerá un gobierno cuyo partido tampoco es que pueda presumir de un pasado limpio de corrupción y que tendría que gobernar también en minoría, a una, que suele buscar informaciones que la alejen de la angustia y la depresión, le sorprende una noticia relacionada con el mundo de la canción y la estética, que podría considerarse frívola, sí, pero sugiere reflexiones variopintas.

No se me asuste el amigo lector si escribo sobre depilación. Porque destacada noticia es que la cantante Amaia reivindica en las redes sociales su derecho a lucir los pelos de sus axilas en todo su esplendor, y que por tal motivo ha sido muy alabada por quienes ven valiente defensa feminista en salvaguardar el vello de todo método doloroso o indoloro que elimine las excrecencias pilosas en cualquier parte del cuerpo femenino, incluyendo el bigote.

Una, cuyo cuerpo ha ido necesitando con los años cada vez menos la siempre engorrosa depilación en ciertas zonas, y por contrapartida, encuentra ahora pelos donde nunca los había tenido, tal vez envidia la valentía de la eurovisiva, aunque de ningún modo puede imaginarse a la gran dama elegante de la canción española, a la que lloramos hoy, cantando Fina estampa y paseando a la vez negra pelambrera debajo de sus brazos o de su aristocrática nariz. Tampoco se le alcanza que tenga que ser más feminista dejarse el vello campar, cuando, precisamente ahora los chicos se depilan y exhiben torsos más rasurados que culito de bebé, como el ególatra Cristiano hace, con ocasión o sin ella.

Conservadora en muchas cosas, pero feminista confesa, no me gustaría confundir abandono o pose con convicción. No es más feminista Amaia por dejarse los pelos a su caer. Y pues cuida su peinado y su silueta y luce modelos de diseño, depílese también, que resulta mucho más limpio. Y perdóneseme la contundencia.