Un jugador alevín (en torno a los 11 años) del Málaga lanzó un penalti, con la intención deliberada de fallarlo, el pasado fin de semana después de que un rival tocase el balón con la mano tras oír un silbido que, erróneamente, consideró que era del árbitro. Ya fuera por iniciativa propia o por indicación de su entrenador, la decisión resulta igualmente admirable. Según los medios de comunicación, el público asistente al partido ovacionó al niño. Decía el poeta Pedro Salinas: "La poesía es una aventura hacia lo absoluto. Se recorre más o menos camino; se llega más o menos lejos. Eso es todo". En general, cualquier empresa que abordamos persigue el deseo de superarnos.

Ese debió de ser el sentido original del deporte. Por eso nos conmueven los gestos como el del joven jugador malacitano. Apreciamos el valor de lo bello, de lo bueno, de lo noble, y la emoción se apodera de nosotros. Un buen poema, la vida de un ser ejemplar y una acción virtuosa nos sirven para impregnarnos del aroma de lo sublime. Soy árbitro de fútbol y corresponsable de la web www.deportesininsultos.com , y sería muy bonito que en todas las canchas deportivas reinase cada fin de semana una visión elevada del deporte, la visión que nunca debió dañarse.

Sería bonito que los futbolistas no fingieran una caída o una acción para sacar, deslealmente, una ventaja; que los árbitros no fueran insultados; que al eterno rival se le respetase. De este modo, quizá dejaría de ser noticia lo reseñado al comienzo de este texto. Quizá un detalle así ya no destacaría como algo grande en medio de lo menos virtuoso. Simplemente, sería el pan nuestro de cada día en el deporte; un pan de los que llenan de verdad, se gane o se pierda. Vamos a elevarnos. Vamos a vivirlo.

Angel A. Jiménez Bonillo **

Málaga