A medida que pasan los días y se suceden las escenas del esperpento en el que se ha convertido la política española, la ciudadanía cada vez tiene menos claro por qué los partidos políticos son incapaces de sentarse a dialogar con seriedad.

Y eso ocurre, fundamentalmente, porque es casi imposible identificar las ideas en torno a las que pivotan los posicionamientos de las organizaciones. Todo es una gran partida, para unos de póker y para otros de ajedrez, donde la táctica se ha convertido en un fin en sí mismo.

¿Cuáles son los proyectos de los partidos políticos? ¿Qué conjunto de ideas defiende cada uno? ¿Cuáles de esas ideas son irrenunciables, sobre cuáles se puede dialogar? ¿Hay alguien a quien le importe?

Ciudadanos cada día aparece con más claridad como un partido con vocación de bisagra, que le da un poco igual con quién gobernar, a derecha o izquierda. Un bloque subalterno dispuesto a desdecirse sin el menor rubor y a proponer ideas intercambiables con tal de participar en las instituciones. Cada vez resulta más complicado definir sus objetivos políticos, si es que alguna vez estuvieron claros, pero cada vez es más nítido que todos sus movimientos tácticos van dirigidos a dar empleo a sus militantes.

Unidos Podemos, más allá de la complejidad de su génesis como coalición de muchas formaciones heterogéneas, lo cifró todo al sorpasso , que no es una idea en sí misma, sino mera táctica. Podemos, el partido nuclear de la coalición, es en sí mismo pura estrategia: primero comunicativa, luego electoral, ahora ya veremos. Hablan de crear "bloque histórico" y construir "voluntad popular", conceptos algo lejanos para quienes no hayan asistido a sus clases en la Complutense, pero aún no está del todo claro si quieren o no permanecer en el euro o si defienden o no el derecho de autodeterminación como algo innegociable.

En el PSOE no es fácil saber si las escaramuzas por el control interno del partido son las que generan los movimientos estratégicos a medio plazo, o es la necesidad de generar nuevos escenarios tácticos lo que va configurando la lucha por el poder interno. Pero la mezcla de ambas cosas define al partido para la mayoría de la gente. Sánchez enarbola principios muy nobles como la historia que avala al PSOE, el consenso o el cambio, pero no está nada claro que la ciudadanía española entienda de qué habla cuando habla de Estado federal, qué grado de compromiso tiene con los derechos de los trabajadores en la era del precariado o cuál es la actitud de la organización ante la política de austeridad prolongada de la UE.

El PP, que es el partido que lo tiene más sencillo por sus buenos resultados electorales, se atrinchera en conceptos como la estabilidad y la seguridad, enterrando cualquier discurso político bajo montañas y montañas de cifras macroeconómicas sin alma que no tienen nada que aportar en este nuevo contexto económica, social y políticamente hostil para España. De la corrupción, ni hablamos.

Resulta desesperante, en definitiva, la casi absoluta ausencia de ideas esenciales sobre las que construir país. A veces da la sensación de que el proyecto de la España autonómica es un Estado fallido en el que lo único que nos queda por elegir es el lugar por donde empezaremos a desmantelarlo, si por las diputaciones, si por los ayuntamientos, si por la UE o si por las propias comunidades autónomas. Como se pudo comprobar hace unos días en el debate sobre la orientación política general de la Junta de Extremadura, o en cualesquiera de los debates electorales televisados, o en las sesiones de investidura de marzo pasado, las ideas son lo de menos. Las filigranas discursivas y los regates en corto son puro espectáculo político en el que ya no hay lugar ni para la magia de los conejos que antes salían de las chisteras. No digamos ya para un debate político de la envergadura de los que se producían en los años setenta, ochenta e incluso noventa.

Y así llegamos a la paradoja dramática de la política contemporánea, que consiste en la mayor ausencia de ideas que uno recuerda precisamente cuando más falta hacen las innovaciones. La reforma de la Administración, la gestión de los recursos escasos, la recomposición territorial, la adaptación económica y laboral a la nueva sociedad o la reconversión de la UE en un proyecto ilusionante, son algunos de los espacios de intervención urgente donde nadie parece presto a intervenir. El enfermo sangra y respira con dificultad mientras los médicos disfrutan de sus días estivales de descanso, pensando en el siguiente movimiento de esta gran partida donde los demás somos comodines o peones, según si la partida es de póker o de ajedrez.