XRxesulta curioso. Aunque todos sabíamos que importantes mafias internacionales estaban asentando sus reales en nuestras costas, ha sido preciso que una gran operación policial detuviera a varios presuntos responsables de blanqueo de fondos y destapara algunos turbios manejos de dineros para que el asunto adquiriera notoriedad. La indiferencia y permisividad de antaño se ha transformado, bruscamente, en golpes de pecho y rasgado de vestiduras. Todos parecemos escandalizados, mientras nos repetimos, ¿cómo ha podido pasar aquí? Yo añadiría algo más, ¿por qué lo hemos permitido? Por eso, la operación Ballena Blanca, además del valor intrínseco de la red desarticulada, ha proporcionado el enorme beneficio de poner sobre la mesa una innegable realidad: que el cáncer de las organizaciones criminales se empieza a propagar también en nuestro seno.

Hablaremos de Marbella, por ser, probablemente, punta de lanza. Pero igualmente podríamos señalar a las costas catalanas o levantinas. Los que más saben de la materia repiten que se veía venir. Gritaban: ¡que viene el lobo!, ¡que viene el lobo! Pero nadie hacía caso a sus advertencias. Y tras Ballena Blanca ya no tenemos duda alguna; el lobo ya vino, y nos cogió desprevenidos. Llevábamos tiempo sobresaltándonos con una asesinato por aquí o un tiroteo por allá, en plan don Corleone . Ajustes de cuentas, nos decían entonces, y todo respirábamos tranquilos. Mientras se maten entre ellos, no tenemos por qué preocuparnos , nos consolábamos nosotros mismos, intentando quitarle hierro a esa molesta cuestión. Sólo cuando algunas personas inocentes resultaban asesinadas en algunas de esas vendettas de plomo y sangre, se generaba algún que otro debate y alguna tímida protesta. Pero poco más se hacía. Llegaban los capos, con sus maletas repletas de dólares y euros, invertían en inmuebles, empresas, urbanizaciones y servicios de lujo, dejando dinero y riqueza en el lugar. Algunos próceres locales llegaron a justificar no sólo su tolerancia, sino incluso su simpatía, con argumentos del tipo: Mientras no hagan aquí de las suyas, que traigan todo el dinero que quieran. Sean bienvenidos .

Y llegaron. Y empezaron a blanquear su dinero. Y se beneficiaron del explosivo boom inmobiliario que hormigonaba nuestras costas. Como en la parábola del pan y los peces, esos inversores de dinero turbio multiplicaron incluso su capital una vez pintado de blanco. El paraíso fiscal de Gibraltar, con su rentable (para ellos, claro) exportación de sociedades del tipo, traiga usted su dinero, que yo no le cobro impuestos ni le importuno con preguntas incómodas, le facilitaba incluso la tarea. El viento soplaba a su favor, navegaron con velas extendidas. Sol, calidad de vida, tranquilidad, beneficios, especulación, autoridades tolerantes o incluso dispuestas a ayudar, ambiente internacional y cosmopolita... ¿Qué mafia se resistiría a una oferta semejante? Pues pocas. Por eso, tantas vinieron. Y empezaron a molestarse las unas a las otras, con los consiguientes ajustes de cuentas. Y quisieron ganar más, y crearon empresas, ayudaron a partidos locales, a fundaciones y a clubes de fútbol, tal y como recomendara El Padrino. La siguiente lección todos la conocemos: buenas relaciones con las autoridades. Y me temo que iremos conociendo historias de estrechas relaciones entre algunos próceres locales y capos vestidos de traje de primera comunión. El fiscal general del Estado ya lo ha advertido. Esto es sólo la punta del iceberg.

El Estado no podía permanecer impasible ante este crecimiento de la Cosa Nostra. Creó la figura del fiscal antimafia y lo envió a la costa malagueña. Su tarea va dando frutos. Lo que comenzó siendo una investigación más de tráfico de drogas, terminó abriendo las puertas a una espeluznante red de blanqueo de dinero. Recuerdo lejanamente que a Al Capone lo detuvieron por defraudador de hacienda, no por criminal. Porque el dinero deja rastro, mientras que mucho crímenes se desvanecen en el vértigo del recuerdo, sepultados bajo los nuevos expedientes que cada día se acumulan en las dependencias policiales.

Que el asunto no quede ahí. La feliz coincidencia de las detenciones con la celebración del G-5 en Granada debe consagrar un principio general y de inexcusable cumplimiento para el futuro. Que por donde mejor se les pilla es por sus manejos de fondos. Y como las mafias son cada día más internacionales, más global debe ser la lucha contra ellas. Las transferencias sospechosas, las cuentas opacas, los paraísos fiscales, todas esas nuevas islas de bucaneros, deben desaparecer. Contra las mafias no se puede luchar tan sólo con detenciones. Hay que impedirles sus movimientos de dinero; es de lo más eficaz. El asedio al entramado económico de la banda terrorista ETA es un buen ejemplo de su resultado a corto plazo. Si hay voluntad, no es tan difícil mejorar sensiblemente ese control. Tenemos a las mafias en casa. Pero todavía como turistas. Creo que el tumor que propagan no ha contagiado todavía a nuestro tejido social. Por eso se puede luchar todavía contra ellas. La operación que precisa el paciente es todavía de extirpación localizada. Si no hacemos nada ahora, y se produce la metástasis, el paciente no tendrá cura posible.

Enhorabuena a los responsables de esa operación. Les animamos a que, dentro del más estricto cumplimiento de las leyes y bajo el respeto del principio de presunción de inocencia, refuercen su lucha contra estas mafias. Su éxito será el nuestro. No debemos nunca olvidarlo: no existe mafia buena, ni siquiera tolerable. Porque hoy se matarán entre ellos, pero mañana asesinarán a nuestros hijos.

*Exministro de Trabajo y escritor