Escritor

A tales tiempos, tales persecuciones. En este campo son de notar las que se llevan a cabo en el seno del Banco Santander Central Hispano, por parte de los ganadores del último rifirrafe que ahora están en el poder. O sea Botín y sus muchachos. La obsesión la centran en no dejar piedra sobre piedra de los perdedores, como si se tratara de un nuevo movimiento nacional bancario, con toda clase de informales maneras de perseguir al perdedor. Convencidos como están de que el personal adherido del Hispano y Central eran gentes heterodoxas, de febles maneras para atender la competitividad, echan ahora mano de todos los recursos para llegar a las células madre del bancario caballeroso que llama a un moroso pidiéndole disculpas, para en su lugar dar paso a las nuevas maneras de la actividad mediática mandando si es necesario a un jefe comercial de telefonista a una sede central para ser lleno de befas, y dejar claro que no entrar por la aguja del ojo del Santander es sólo cuestión de un plumazo.

Todo esto cuando días atrás el director general del SCH nos largaba en Agora un discurso terrible sobre cómo las tropas de Botín entran a saco en la saudade portuguesa, dejando plano el electrocardiograma de Pombal y Salazar juntos, en bien de la competitividad para la que se necesita gente guapa. Que Botín haya hecho lo que no fue capaz de hacer don Juan de Austria, está dando lugar a remover las aguas de la ocupación de Felipe II, que al cabo fue el Botín del siglo XVI, que no dejó piedra sobre piedra hasta que llegara la batalla de Aljubarrota que nos echaron a patadas. Mientras tanto, en España y en el SCH, se escenifican las catacumbas romanas con los empleados del Hispano, gentes maravillosas que hicieron de la banca algo tan respetable, a la inversa de lo que hoy hacen los chicos de Botín. Sólo falta que veamos a Botín un día de estos disfrazado de general que es su verdadero sueño y no el de la competitividad.