Catedrático de la Uex

Oficio y afición. Uno, producto de la especialización, tras el aprendizaje. La otra, tributaria de una especial predisposición hacia algún tipo de actividad. El oficio tiene sus reglas, quien pertenece a su ámbito sabe los caminos por los que debe transitar. La afición se nutre de la espontaneidad, sus caminos se convierten en vericuetos y su destino en incógnita.

Cuando se lanzan las letras, unas tras otras, a una página impresa, a veces es difícil delimitar cuándo su autor tira de oficio, o cuándo lo hace movido por las atractivas sugerencias de un tema o alguien de actualidad, pero en conjunto ambas perspectivas, en mayor o menor medida, contribuyen a obtener niveles, al menos básicos, de comunicación social.

Otra cosa es el lenguaje utilizado a la hora de transmitir la opinión escrita a los demás. Puede revestir diversas modalidades. Las más de las veces, el estilo directo, llamando a cada cosa por su nombre y a cada cual por su responsabilidad, proporciona un mayor grado de proximidad con el lector, pero influye en sus posibilidades de formar nuevos juicios y alternativas. En el otro extremo, si se utiliza un lenguaje más complejo, o con formulaciones alegóricas, mediante recursos indiciarios, incluso a través de mensajes crípticos, se puede conseguir que quien se asome a su lectura opte por desengancharse, aunque también cabe que obtenga sus propias conclusiones, con lo que además de informar, se contribuye a crear nuevos juicios o deducciones, o al menos introduce interrogaciones en la imaginación de los demás.

Si a todo ello le sumamos la propia coherencia de quien, como autor, se desnuda una y otra vez en público al expresar, con oficio o por afición, con un estilo directo y claro, o mediante claves sugeridas, opinión de las cosas y gentes de la vida pública, se llega a un resultado final tan difícil de situar en sus justos términos por uno mismo, como complicado de comprender por los demás. En cualquier caso, dotado de la autenticidad que acompaña a las letras, unidas unas tras otras para formar un conjunto edificado bajo los parámetros de los pensamientos, ya sean de alegría contenida, o de, en ocasiones, desgarro de los sentimientos.

Hay alguien en esta bendita región, de pretendidos vuelos y de más alto valor autoconcedido gratuitamente, el cual, por pertenecer al mismo nicho ecológico en el que uno libremente se encuadra en la sociedad, no puede ser sometido por este "aficionado a escribir" a las duras críticas directas que merece con su proceder aparente, sibilino y engañoso, que tiene como norte ser buen vasallo cuando toca, como complemento la displicencia para quienes se sitúan fuera de sus círculos, y como añadido un supuesto derecho universal sobre quienes puede ordenar. No caben las críticas pormenorizadas sobre él, pues las podrían aprovechar posibles depredadores de las debilidades de los demás. No obstante, él también sabe, y por supuesto conoce, porqué expreso mi dolor y mi repulsa en estos momentos. Y debiera saber que muchos, entre los que compartimos la misma complicidad, abominamos algunos comportamientos, poco compatibles con una ideología, en la que los valores humanos ocupan un lugar central. No obstante, mientras ella ha recuperado su libertad, él ha quedado reducido a una vacía parodia de sí mismo. Lamentablemente con muy pocas posibilidades de dar marcha atrás para pedir simplemente disculpas, con valentía. Nada más y nada menos.