Tiene mucha personalidad". Es frase que se dice de alguien, ya que es algo que aflora fácilmente, de ahí que se haya afirmado: "La personalidad es al hombre lo que el perfume a la flor". Personalidad que se fragua en la adolescencia, se modela en la juventud y es consolidada en la madurez. Aunque es preciso advertir que, con ella, no se hace, necesariamente, referencia al talento y dotes intelectuales de cierto individuo, sino, sobre todo, enfatizamos su saber estar, su compostura, el encanto personal, imagen y carisma, amena conversación, don de gentes , etcétera. Cualidades que suelen deslumbrar, aunque, en el fondo, en ocasiones, pueden agotarse en una simple fachada.

De todas formas, en esta sociedad tan competitiva y artificial, aquél que posee fuerte personalidad triunfa más fácilmente que el hombre gris, apocado y tímido. El primero suele liderar el grupo, polariza la conversación y, no pocas veces, impone sus criterios de forma arrogante; mas, por contra, no es raro que concite desdén, aversión y rechazo, de parte de quien ha de soportarle, por razón de amistad, dependencia profesional u otras causas ajenas a su voluntad.

No obstante, la personalidad, bien administrada, puede implicar un sólido carácter, que es dueño de sí, porque se ha hecho a sí mismo, en el yunque de la paciencia, del contratiempo y la adversidad. "El carácter firme --decía Charles de Gaulle-- es la virtud de los tiempos difíciles". Y el proverbio chino: "Es más fácil variar el curso de un río que el carácter de un hombre". A lo que se opone la excesiva permisividad en no pocas familias, junto a ciertas pedagogías escolares, utilizadas hasta épocas recientes, lo que ha posibilitado el brote de numerosos adolescentes, ayunos de ese carácter, coraza para la vida.