Cuando tu escenario vital no es una perspectiva geográfica, una visualiza al ser humano con una realidad más amplia, que la que hace apegarnos tan eternamente a las cosas. De ahí, que siempre quiera distinguir entre los que dicen que la vida es un derecho, frente a los que la consideran un privilegio. Dos perspectivas tan dispares, que la una u la otra crean seres infinitamente más felices, frente a la exigencia de tener y retener cosas materialmente. Una sociedad postmoderna, como la actual, se está mostrando incapaz de ofrecernos un modelo común de convivencia. Conclusión esta que cada día observamos, con asiduidad, teniendo en cuenta los conflictos de identidad persistente en una modernidad, que se resquebraja ante el concepto del individuo. A pesar de las múltiples convenciones, y acuerdos internacionales entre países, en los que se proclama los grandes consensos en favor de los derechos individuales y colectivos de los individuos.

Esa globalidad que tantas teorías y movimientos políticos y sociales ha producido, no ha sabido, ciertamente, mostrar una esperanza clara, frente a múltiples pesadillas. Aunque yo me inclino por los sueños, aquellos a los que se referían Martin Luther King, cuando en sus profundas convicciones por el ser humano, apelaba a la esperanza del reconocimiento de la dignidad del hombre y de la mujer; y, muy particularmente, en su lucha por desterrar el racismo, como pesadilla de una sociedad intolerante, con el diferente. Los sueños de un mundo mejor, a los que nunca se ha de renunciar, y a esos grandes desafíos que como civilización nos enfrentamos y tienen que ver con la pobreza, con la marginalidad de cientos y cientos de personas.

Así como con el respeto al medio ambiente, como hábitat donde nos desarrollamos, y, sin duda, el desarrollo de un sistema educativo, como clave determinante para desentrañar los estigmas de las decisiones, que tratan de aniquilar la esperanza del futuro; a costa, del uso de la pobreza, como causa de la distancia entre los que viven en la abundancia, y a aquellas decisiones políticas que ahondan en ella.

Por ello es tan importante enfrentarse a todos aquellos resortes, que basculan entre el miedo y la indiferencia del ser humano. La última masacre ocurrida en el Reino Unido da buena cuenta de ello. Es la intolerancia de los que desprecian al individuo, por considerarlo una consecuencia/efecto de lucha, en nombre de un fanatismo que se denomina religioso.

Porque gente tan excepcional, como fue el caso de Martin Luther King tuvo un sueño y no una pesadilla, no deberíamos renunciar como colectivo a luchar por un futuro en el que la pobreza, no sea en muchas latitudes el privilegio de unos pocos, frente al derecho de la mayoría. Y más cuando la realidad nos pone sobre la pista de medios tecnológicos y avances científicos, que nos pueden ayudar a esa vida mejor. A esa vida habitable, contando con todos. Porque si concitamos la misma opinión sobre la naturaleza de la pobreza, que ya estableció George Orwell, en su libro «sin un peso en París y Londres» todos tendríamos que cambiar el concepto de cosmovisión acerca de la pobreza, consecuencia no de una falta de carácter o talento, sino, sencillamente, del no acceso a un mínimo vital.

Y es en este contexto, en el que las diferencias cada vez más se agolpan, es donde nuestra condición de ser humano debe rebelarse de forma enérgica, porque la pobreza, como condición humana no debiera seguir siendo la opción de la opresión. No es la barrera que nos hace distinguir entre los ricos y pobres, como si se tratasen de dos mundos diferentes y antagónicos; es, y si nos asomamos al miedo de los dirigentes y líderes, la incapacidad para describir y trazar un mundo, de respeto al ser humano. No hemos de obviar, esencialmente, que la historia nos describe la estrategia impenitente del concepto de opresión o de imposición de modelos de vida o modelos ideológicos, más pensando en estructuras de poder, que en estructuras sociales y de desarrollo de la propia sociedad civil. Es la opresión de la sociedad moderna, por el estigma del poder económico.