La palabra cultura nace, entre otras cosas, en el "catón" escolar, y hoy es palabra comodín que llama "cultura" a lo más inverosímil. Todos los pueblos quisieron ser cultos huyendo de la lacra de la ignorancia, pero ha adolecido de baja estima; sobre todo, ante ciertas prioridades, burdo pretexto para postergarla hasta límites inaceptables. Vargas Llosa , flagelaba, en su libro La civilización del espectáculo, a la cultura actual, al verla cual "moribundo desahuciado", y alguien hablaba de un "cuadro clínico que debería provocar una reacción urgente". Duras críticas, pero es cierto que, al rebufo de la crisis, causan desaliento los magros presupuestos que a la cultura dedican las instituciones, que, de seguir así, sufrirá un retroceso lamentable, a pesar de ser necesaria para el progreso de los pueblos y la consolidación de la democracia. Unamuno decía que "sólo el que sabe es libre, y más libre el que más sabe. Sólo la cultura da libertad...".

Sin entrar en sus diversos conceptos, bajemos al uso cotidiano de la cultura. Forma la mente, es llama que quema la ignorancia y candil que alumbra los saberes, creencias y pautas de conducta; eleva el pensamiento, lo proyecta hacia la belleza y nos da otros ojos para ver más y mejor, y otros oídos para lo que bulle alrededor. Esto nos confiere una mayor percepción de las cosas, como conocer mejor el agua, el viento, el sol, el vuelo del águila o el cambio climático... El mundo sería un caos sin ella, pero no toda es saludable, pues hay malas hierbas que ahogan las buenas semillas. Utilicemos, para cultivarnos, experiencias, comportamientos transmitidos, y recursos como: películas, radio, tv., diarios, arte, folklore y teatro (aunque ante la degradación de un cierto hedonismo televisivo es ya oceánico nuestro hastío). Sin olvidar la lectura de buenos libros. Se ha dicho que, por el polvo de una biblioteca, se mide la cultura de un pueblo, pues, al estar poco usados, se limita la capacidad de saber más.

Una buena oferta cultural viene a ser "pértiga", como dijo del libro Antonio Gala , que nos traslada a ambiciosos logros culturales, sin los que se tardarían siglos para llegar al mismo objetivo. Cultura que es músculo de una nación, tras adecuados planes de estudio, lejos de discusiones bizantinas de los partidos políticos, que ponen palos en sus ruedas, sin estimar los mejores valores de formación de nuestros jóvenes. Pero el informe PISA está ahí.