WPw primero fue el proceso de Oslo (1993). Después, Camp David (2000). Siguieron la llamada Hoja de Ruta (2003) y Anápolis (2007). Todos estos intentos de paz durante tres lustros entre israelís y palestinos fracasaron. ¿Tendrá éxito el anunciado ahora por la Casa Blanca? Sin ánimo de ser agoreros y menos aún en un conflicto tan necesitado de solución, todo hace pensar que también fracasará pese a la solemnidad que se dará al inicio de las negociaciones el próximo 2 de septiembre en Washington.

Un primer escollo es la falta de voluntad y de fortaleza de los dos protagonistas. Las conversaciones indirectas mantenidas desde marzo pasado a trancas y barrancas, previas a las negociaciones directas, no han dado ningún resultado. Binyamin Netanyahu, él mismo poco proclive al diálogo, es rehén de una coalición de radicales recalcitrantes que no están dispuestos a hacer ninguna concesión a los palestinos.

Por su parte, Mahmud Abbás, debilitado por las luchas internas en su propio partido, solo representa realmente a Cisjordania desde que Hamás, contraria al diálogo, controla Gaza. Además, llegará a Washington habiendo perdido una baza antes incluso de salir de casa. Había exigido que, antes de negociar, Israel se comprometiera a detener la expansión de nuevos asentamientos judíos en Cisjordania y reconociera las fronteras anteriores a la guerra de 1967 para el futuro Estado palestino. Al anunciar la reanudación del proceso de paz, Hillary Clinton dejó bien claro que se negociará sin precondiciones regalando así a Israel la posibilidad de utilizar su táctica habitual de ganar posiciones a base de hechos consumados.

Que la convocatoria responda a la necesidad que tiene el presidente Obama de aparecer activo diplomáticamente en la zona, tras la retirada de las tropas estadounidenses de Irak, tampoco es el mejor argumento para el éxito del diálogo. A estas alturas, quizá sea mejor la ausencia de diálogo directo que unas conversaciones fallidas. La respuesta a otro fracaso puede ser la aparición de una nueva ola de violencia, con posibilidad de extenderse al siempre volátil Líbano. Por todo ello, no debe sorprender que el anuncio de negociaciones haya sido recibido en la zona con un fatalismo resignado.

Para caldear más el ambiente, el máximo líder de Hamás, Jaled Meshal, exiliado en Damasco, advirtió ayer de que las negociaciones directas entre Israel y la Autoridad Nacional Palestina (ANP), que calificó de "ilegítimas", son para liquidar la causa de los palestinos. "La conversaciones directas vienen por la fuerza de la coerción, con un llamamiento estadounidense. Las negociaciones nunca resultarán en una solución", dijo Meshal. El pesimismo, por tanto, está legitimado.