WHwa bastado añadir a la huelga general en Nigeria, país productor, el sabotaje a uno de sus oleoductos, así como el anuncio de Rusia de que su intervención en la privatizada petrolera Yukos va en serio, y que la Agencia Internacional de la Energía emita un dictamen poco halagüeño sobre el futuro del petróleo a corto plazo, para que los precios de referencia en Europa y en Estados Unidos pasen a fluctuar entre los 49 y los 54 dólares, con tendencia a desbocarse. Las reservas de los países desarrollados disminuyen, por lo que vale de poco el anuncio de la OPEP, que suministra el 30% del abastecimiento mundial (con Arabia Saudí a la cabeza), de que aumentará la producción.

El problema llega a los consumidores, con la gasolina de mayor venta a un euro por litro. Por el contrario, las autoridades económicas, desde el vicepresidente Pedro Solbes hasta el comisario Joaquín Almunia , dicen no estar muy alarmados. Suena a disimulo, porque el precio del combustible vuelve a ser la pesadilla de las economías domésticas y de millares de pymes --agricultores, transportistas, fábricas y talleres-- que ya han empezado a notar las consecuencias del alza, mientras empieza un reajuste general de tarifas aéreas.