Hace solo un mes, la cotización del petróleo europeo, el Brent, marcó un precio récord, más de 147 dólares por barril. Las explicaciones que se daban entonces incluían una premonición: que no se había tocado techo y se podía alcanzar una cotización cercana a los 200 dólares en unos meses. Y sin embargo, el precio del barril empezó a caer ininterrumpidamente desde aquella fecha, hasta llegar a los 113 dólares con que cerró el viernes. ¿Qué explica esa caída de 30 dólares en poco tiempo? O bien las causas de la subida no estaban justificadas, es decir, se ha creado en un año una burbuja petrolera como la ha habido inmobiliaria o financiera, o ha habido un cambio sustancial en el panorama económico del mundo desarrollado que ha hecho variar las percepciones de los analistas. Hay razones de ambos lados, aunque de fondo queda, como siempre, el cumplimiento de la más elemental de las leyes de la economía, que la oferta y la demanda tienden a ajustarse.

Ha bastado saber que la recesión en EEUU y la Unión Europea eran una realidad (demanda de petróleo) y que Arabia Saudí encabezaba el aumento de la producción (oferta) para comprobar que los especuladores han perdido interés en forzar al alza el mercado del crudo. La burbuja que ha hecho duplicar el precio del barril en un año se deshincha, aunque lamentablemente ha servido para enriquecer, otra vez, a los agentes bursátiles que han aprovechado el dinero barato proporcionado por la reserva federal de EEUU para entrar a saco en el mercado de materias primas y desbaratar sus precios lógicos.

La Agencia Internacional de la Energía ha confirmado que, salvo imprevistos, el precio del petróleo seguirá moderándose en los próximos meses. Es un buen referente para que el precio de la energía no siga provocando inflación y condicionando los tipos de interés. Aunque sería un error pensar que deben aparcarse --imitando las medidas que se toman o anulan cuando hay sequía-- los programas para reducir la dependencia del petróleo, tanto en España como en el resto de la Unión Europea.

Y por otro lado, saber que cuando el barril ha bajado de precio hasta un 23% en pocas semanas, pero que el precio de los carburantes en las estaciones de servicios lo han hecho solo un 7%, vuelve a poner de manifiesto la rigidez con que se reflejan las bajadas frente a la elasticidad con que lo hace las subidas. Un reto no resuelto por las autoridades de la competencia.

Este diario ponía ayer como ejemplo que un conductor extremeño podría ahorrar hasta 12 euros al llenar el depósito de su automóvil si la caída de precios del Brent en el último mes se hubiera trasladado a las gasolineas y gasóleos. Lamentablemente, no está siendo así ni tiene visos de que los precios finales bajen en esa medida a corto plazo.