Una vez más, tenemos que lamentar un desastre medioambiental provocado por la desidia del ser humano. Desde el 20 de abril se están vertiendo en el golfo de México 25.000 barriles de crudo diarios; unos cuatro millones de litros. El 2 de mayo, la extensión de la mancha de petróleo equivalía a la superficie de Navarra. La empresa propietaria de la plataforma, British Petroleum (BP), y responsable directa del vertido, aseguraba en un informe del 2009 que un accidente que pudiese dañar las costas y la fauna del golfo de México era muy poco probable o imposible.

Pero cuando los grupos ecologistas denuncian los riesgos potenciales, y los daños reales, que este tipo de prácticas tienen sobre el medioambiente, se les tacha de agoreros, de antisistema e, incluso, de demagogos. Sin embargo, creemos en las promesas de las grandes empresas y confiamos ciegamente en la tecnología como remedio para todos nuestros males.

Hemos construido una sociedad que depende completamente del petróleo y se preocupa únicamente por la reproducción acelerada del capital. Por ello, con tal de hacer dinero rápido, ponemos en juego nuestra propia supervivencia de forma sistemática. Hemos pasado a ser controlados por el sistema que nosotros mismos hemos creado para perpetuarnos.

¿No sería más honrado apostar por un modelo más sostenible, más pausado y más seguro? ¿Un modelo basado en energías y tecnologías limpias --libres de riesgos-- que seamos capaces de dominar?

David Tijero **

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