Hay algunas preguntas cuya respuesta es insoportable. Una de ellas es por qué los pilotos de Iberia consiguen evitar las reglas del mercado, el Estatuto de los Trabajadores y someterse a la lógica empresarial. Muy sencillo: agrupados en un sindicato corporativo extraordinariamente eficaz, el SEPLA, utilizan el miedo que produce volar a la mayoría de los ciudadanos en su propio beneficio. Lo hacen sin ningún escrúpulo, para perpetuar situaciones de privilegio impensables en cualquier otro sector de la economía.

En unas fechas tan críticas como estas, Iberia sigue cancelando centenares de vuelos porque el sindicato gremial de sus pilotos decretó, de manera encubierta, una huelga de celo cuando más daño podía hacer a los usuarios y a la compañía. Un comportamiento que constituye la técnica de todas sus negociaciones en las que son absolutamente insolidarios con el resto de los trabajadores de Iberia.

Pero, ¿cuáles son las condiciones de trabajo de un piloto de Iberia? Empecemos por los sueldos. El salario medio se sitúa en los 150.000 euros al año. Hay comandantes de vuelos transatlánticos que superan los 200.000, y los segundos o copilotos están por encima de los 100.000. Y, ¿qué significa esto en la escala salarial de nuestro país? Por poner algunos ejemplos: un magistrado del Tribunal Supremo, en la cúspide y final de su carrera a la que llegan muy pocos juristas, gana 132.305. Los médicos especialistas de los hospitales españoles, en el mejor de los casos rondan los 60.000 euros. Y un ministro del Gobierno de España tiene una retribución de 94.680 euros. ¿Manejar un avión explica estas diferencias? ¿Trabajan tanto los pilotos para que en concepto de horas extraordinarias lleguen a justificar tan suculentos réditos?

XLOS PILOTOSx de largo recorrido vuelan una media mensual de 73 horas. Sí, han leído bien, 73 horas al mes. Lo que supone una media de unas 18 horas a la semana. Por solo poner un ejemplo, los pilotos de British Airways, una de las compañías más grandes del mundo, vuelan un promedio de un 19% más. Y no parece que se quejen.

¿Es mucha responsabilidad manejar un avión? Sin duda. Tampoco esta mal ser conductor de AVE a casi 350 kilómetros por hora. Y, ¿qué me dicen de los neurocirujanos, de los expertos en trasplantes de corazón o de los ingenieros que cuidan la seguridad de las plantas nucleares?

Pero, entonces, ¿qué quieren los pilotos de Iberia como para habernos amargado otras vacaciones de Navidad, poniendo en dificultades económicas a la compañía que tan bien les da de comer y estableciendo una conducta corporativa absolutamente insolidaria con el conjunto de los trabajadores en una de las peores crisis de nuestra historia reciente?

El asunto es muy sencillo. Quieren el control de la gestión de la empresa y de sus planes estratégicos en un régimen de privilegio para tener todos los resortes críticos en sus manos. Desde la decisión de quiénes son los pilotos que ingresan y quiénes deben ser readmitidos en un despido, hasta la capacidad de bloquear el normal funcionamiento de la compañía en sus planes de expansión. Y para ello utilizan razones de seguridad para paralizar y retrasar el funcionamiento de los vuelos. Todo esto con la memoria reciente del accidente de Spanair en Barajas. ¿Acaso antes de esta huelga de celo actuaban irresponsablemente y no hacían los controles exigidos por la normativa internacional?

Cuando miles de españoles ingresan en las filas del paro, los pilotos de Iberia exigen la contratación de 300 compañeros que serán formados por ellos mismos en un proceso de selección del que también tienen control y del que dependen sus ascensos, en donde llegar a comandante cuanto antes es una meta irrenunciable.

Pero, ¿cuáles son las ratios de esa exigencia? Según los datos facilitados por la propia compañía, en el año 2006 había 11 pilotos por avión frente a los 13 pilotos por aparato del año 2008. La razón no es otra que la crisis del sector que ha obligado a Iberia a reducir su flota de 155 aviones a 121, una tasa de disminución de aparatos del 22%. Los pactos suscritos con el SEPLA han limitado la disminución de pilotos en un 7,9%, naturalmente sin despidos y por el simple procedimiento de las jubilaciones en edad reglamentaria. No está mal en tiempos en que los expedientes de regulación de empleo (ERE) golpean a casi todos los sectores de la economía.

La historia es antigua y no tiene visos de cambiar, porque este colectivo de profesionales que se considera por encima de los investigadores con células madre, de los técnicos en fusión nuclear y de muchos de los mejores cerebros de este país disponen de un arma intangible pero poderosa. Los pilotos, conductores de lujo de vehículos sofisticados, chóferes del aire, juegan con nuestro miedo a volar y tienen la última palabra sobre la seguridad de un vuelo.

Pero, ¿no habría que empezar a preguntase por qué a estos profesionales privilegiados que ganan de promedio 100.000 euros más que un catedrático de universidad al final de su carrera, hay que seguirles consintiendo que utilicen nuestro miedo para sus privilegios?