Lsa justicia chilena, sometida a durísimas presiones del Ejército y de los poderes fácticos ultraderechistas, había concedido hasta ahora impunidad a Pinochet al aceptar la argumentación de sus abogados de que padecía una demencia senil ("vascular") irreversible y, por tanto, no podía dar razón de sus actos en ningún proceso judicial por los asesinatos que ordenó durante su régimen militar. En el cambio de criterio que, por fin, ha llevado al Supremo a levantar la inmunidad del dictador han pesado sin duda las revelaciones de que el general golpista siguió manejando sus cuentas secretas en bancos de EEUU --donde tenía grandes sumas de dinero de dudosa procedencia-- después de que fuera declarado incapaz mental. Igual que influyó el hecho de que Pinochet osase conceder muy lúcidas entrevistas periodísticas cuando se le suponía demasiado enajenado para responder ante un tribunal de los espantosos crímenes cometidos durante su dictadura.

Pero lo que ha quebrado definitivamente la alianza que protegía al dictador es el oprobio de que salga a la luz que se enriqueció ilícitamente durante su reinado de terror. Ahora hay que hacer justicia, en honor a las víctimas y sus familias.