El análisis del padrón continuo de población, dado a conocer la semana pasada por el INE, arroja problemas de distinta índole que tienen que ver con la despoblación de territorios como el extremeño, pero es quizás la bajada de la población joven o menor de 35 años el problema de mayor calado que se nos presenta como reto de futuro. Este segmento poblacional ha caído en más de 10.000 personas. De esta manera, nuestra estructura poblacional parece cada vez más una pirámide invertida, lo que supone un peligro agudizado para nuestra supervivencia como sociedad. La edad media en la comunidad autónoma se sitúa ahora en los 43,8 años (42,6 en el caso de los hombres y 45,1 en el de las mujeres), tres meses y medio más elevada que en el 2016 y casi un año por encima de la media española. Hay tres factores influyentes en esta situación: el descenso de la natalidad, la emigración de los jóvenes y la huída de la emigración, en este último caso porque la media de edad de los inmigrantes que viven en la comunidad se sitúa casi una década por debajo de la de los españoles. Este fenómeno es quizás el principal reto que tienen ante sí nuestros dirigentes y debieran llevar como bandera desde ya.