Luis García Berlanga y Rafael Azcona firman la película Plácido en 1961. Se trata de una especie de parodia, con demasiados tintes de realidad que describe la desdicha de un trabajador, Plácido, asediado por bancos y notarios, bajo la amenaza del embargo de su motocarro, --sustento económico de la familia--; frente a una determinada clase social, --la pudiente--, que inventa una campaña "siente un pobre en su mesa", bajo el concepto de una caridad manipulada y artificial. Desde el estreno de la película hasta el momento actual han trascurrido más de cincuenta años. Pero puede servir perfectamente para describir, salvando las distancias, lo que está ocurriendo en nuestro país. Por un lado, tenemos a la gente, que trabaja, a los que luchan cada día por defender su trabajo, reclamando unos derechos frente a unas circunstancias cada vez más tergiversada que ahogan a los de siempre.

Y por otro lado, nos encontramos, a los que tratan de manipular, los que aprovechándose de esta crisis, que siempre afecta a los mismos, se presentan como gentes solidarias, pero que lo único que hacen son pequeños gestos, como el de acoger a un pobre por la noche, pero que no se atreven a comprometerse para cambiar esa realidad, que arrincona a cada vez más gente. Porque el problema de la pobreza no es sólo las carencias que conlleva, sino la exclusión social que provoca.

Me imagino que nuestro apreciado Plácido habrá tenido alguna responsabilidad cuando el embargo llega a su puerta. Pero la realidad es que esta situación le quita su medio de vida. Pero a Plácido nadie le había dicho que habían cambiado las condiciones, la confianza que tenía en la propia sociedad. Trasladado al momento actual, sería algo así, como explicarle al ciudadano: ¿por qué ahora es tan importante la prima de riesgo?, ¿por qué no se puede mantener ya el sistema de pensiones?, ¿por qué este estado de las autonomías es tan deficitario?, esto es, lo que hasta ahora parecía ir bien, está mal.

Y si el gobierno actual, que estaba en la oposición tenía obligación de conocer y dice que lo desconocía, lo que no se puede pretender es que el ciudadano lo entienda ahora todo, cuando hace poco la realidad era tan distinta. Alguien ha jugado y manipulado. Al pobre Plácido, porque jugaron con él, tanto el banco como el Notario, según se cuenta en la película. Pero nos situamos en la presente realidad, no cabria preguntarse quiénes han manipulado y por qué. Porque lo que parece evidente que el menos responsable es el ciudadano de a pie, que ha estado contribuyendo con su trabajo y sus impuestos. Preocupado por ser un buen profesional. Y ahora casi se encuentra estafado por los que dicen representarle.

XSERIA INTERESANTE,x como ciudadanos, hacer un análisis de grado de responsabilidad de los que han gestionado la cosa pública para hallarles responsables y que puedan responder de alguna manera. En algún país europeo incluso se le ha llegado a imputar un comportamiento delictivo. Esto es, es la propia sociedad la que ha dicho, defendámonos y al menos no seamos inconscientes de esta realidad que nos ha sido sobrevenida, en determinados casos. Plácido fue sumiso, se tuvo que someter para que el embargo no llegara, pero fue a costa de no poder celebrar la Navidad con su familia. Y ya estaba demasiado cansado para ser feliz. Especialmente en estas fiestas familiares.

A veces una tiene la sensación de que esos que manipulan, que los hay, los que tratan de engañar siendo tendencioso, a través de discursos políticos, informaciones interesadas, irregularidades públicas, etc, son todos aquellos que quieren hacer sumisa a esta sociedad, acogotándola bajo el miedo, la falta de esperanza, la oportunidad única si se deja someter, como le ocurrió al protagonista de la película de Berlanga.

Pero ya estamos casi en 2013, y esta historia no debiera volver a repetirse, significa que no hemos avanzado y que este país, sigue estando lleno de gentes muy buena, con gran esfuerzo y sacrificio; pero que persiste en ser manipulada por los mismos. Los que inventan la caridad para arrojarla en forma de falsa solidaridad. Y no debiera ser así, este país tiene cincuenta años más, y una democracia que debe ser reivindicada siempre y en todo momento.