El día en que se celebraba el 24º aniversario del Estatuto de Gernika, el Gobierno vasco presentó la piedra angular del plan Ibarretxe . Este proyecto de un nuevo Estatuto considera a Euskadi una nación integrada en España, pero con derecho a modificar esta vinculación en el futuro y, mientras tanto, con la práctica totalidad de las competencias de un Estado. Ibarretxe no sólo pretende una reforma estatutaria, sino que exige una modificación nuclear de la Constitución, que en su texto no deja resquicios a la autodeterminación. Estatuto y Constitución son reformables. Pero desde el mismo consenso del que nacieron. Los nacionalistas no pueden exigir al resto de los ciudadanos de Euskadi, y al conjunto de los españoles, que acepten una modificación unilateral de las actuales normas de convivencia. Y plantear ese desafío bajo la sombra asesina de ETA no es más que un chantaje.

El lendakari pide respeto a la voluntad de los vascos. Pero su imposición nada tiene que ver con el diálogo. Tanto su actitud, como intentar hacerle frente con respuestas que desborden los cauces políticos, sólo pueden llevar a un callejón sin salida, sin aportar nada al objetivo de acabar con los violentos y restaurar la convivencia.