El canciller Gerhard Schröder vuelve a intentar que los alemanes acepten su receta para salir de la alarmante paralización que vive su economía, que contamina a toda la Unión Europea: el Estado del bienestar germano requiere una revisión a fondo. El seguro de desempleo, la cobertura sanitaria y las ayudas para crear empleo son demasiado generosas, según la coalición roji-verde gubernamental. En otras palabras, se está reconociendo que la vieja economía de la Alemania occidental ha sido incapaz de trasladar el uno por uno que se aplicó en la equiparación del marco (la moneda vigente entonces) cuando se ha exigido la misma paridad para la protección social de los alemanes del Este.

A Schröder le reeligieron en otoño porque fue sensible al inusual desbordamiento del Rhin en verano y por su pacifismo frente a la guerra de Irak. Pero el fracaso en la gestión económica sigue vigente: aumenta el paro y el PIB no crece. Aún así, los alemanes no quieren ceder ni un ápice en sus derechos sociales adquiridos en épocas de abundancia. Las reformas que propone el Gobierno alemán son comprensibles en el contexto de su economía interior, pero no ayudarán a crear una Europa más solidaria.