Cada vez que uno de mis alumnos pronuncia en plan de, se arroja por la ventana un académico de la lengua. En plan de hacer números, a este paso la Academia se queda vacía, en plan de que no haya nadie, no sé si me entiendes. ¿Sabes? Y lo peor no es eso. Las muletillas o latiguillos han existido siempre, como las modas, sobre todo entre los jóvenes. De ahí pasan, mucho más tarde, a la boca de los adultos, donde pierden cualquier frescura y atisbo de modernidad que tuvieron. Pobre de aquel padre o profesor que intente comunicarse con sus hijos o alumnos utilizando palabras ya en desuso. Mola mazo. No te empanes. Nasti de plasti. Carroza. No te rayes. Todas acabarán en el mismo saco, con los pantalones de campana, las hombreras y las zapatillas de deporte de tacón alto. Lo peor no es eso, ya digo. En plan de acabará desapareciendo, aunque ahora me preguntan angustiados cómo lo decíamos antes. ¿Antes de qué? ¿Del diluvio, de Cristo, de la era digital? Que ellos pasen de las normas y se crean por encima de cualquier regla, entra dentro de lo normal, pero que adultos hechos y derechos lo hagan no solo da pena, sino grima. Y que encima sean personas que deberían dar ejemplo, como políticos, escritores o periodistas, ya es para fliparse, o sea, en plan de no lo pillo. Si chirriaba poner en valor (aquí se han puesto en valor desde ciudades a churrerías), ahora empoderamos todo, o emponderamos, como dicen algunos, en parámetros o rúbricas o cualquier término que nos suene técnico y agresivo, y sobre todo, moderno.

Y así andamos, entre unos y otros, que no nos da la vida, como dice la expresión de moda, educando jóvenes y desasnando adultos que deberían ya venir educados de serie. Peleando por la pobre de intervocálica que ya apenas existe, luchando contra la gafa, el gym, el bro y su madre, y aguantando, porque eso va en la condición de profesor de lengua. No te rayes, Pilar, me dicen. O NTR, que es aún más moderno. O sea, en plan de consuelo, no en plan mal, no sé si me entendéis, bros.

*Profesora y escritora.