WLwa llegada masiva de africanos que intentan alcanzar las costas europeas en búsqueda de un porvenir ha cambiado de escenario. Ni por Ceuta o Melilla ni por el estrecho de Gibraltar desde el norte de Marruecos, con las clásicas pateras cargadas de magrebís. Parten de Mauritania y Senegal hacia Canarias, con embarcaciones, mejor manejadas, que casi cada día desembarcan en las islas a los sin papeles. El Gobierno responde con una ofensiva diplomática: abrirá nuevas embajadas en el Africa subsahariana, zona con la que apenas hay una relación comercial o de cooperación.

El Plan Africa anunciado el pasado viernes es un conjunto de medidas bien orientadas, pero con una indefinición inquietante. Patrullar en aguas internacionales o aumentar la cooperación con los países más pobres de la costa atlántica africana son opciones a medio plazo, pero que no abordan hechos inmediatos como que las administraciones canarias están desbordadas y que el recurso al traslado de los indocumentados a la Península aumenta la bolsa de ilegalidad. España ha de escarmentar: la poca influencia en Africa le pasa factura. Pero también ha de saber provocar: el problema es de la UE, porque afecta a su frontera del sur.