Escritor

Dictaduras. Los dos premios Planeta de este año van de dictaduras. De países y personas que la sufren o que la sufrieron recientemente. La dictadura como recurso, convertida en género. El escritor, como individuo, precisa sosiego para vivir; pero, como artista, conflictos para crear, para crecerse. Toda la historia del arte y del hombre gira en torno a este drama, la libertad, la pérdida de libertad, la lucha por recuperar la libertad, por saborearla, por conocerla. El científico busca romper la dictadura de la naturaleza, el artista la dictadura de la realidad.

La labor del escritor es entregar conflictos al colmillo carnívoro del lector, porque el lector de novelas es un animal aburrido que busca obstáculos que saltar, huesos que roer, conflictos que desanudar desde el butacón de cuero de su salita de estar.

Ahí se esconde el secreto de la rentabilidad de la novela sobre la poesía o el ensayo. En poesía no hay más conflicto que el que entabla el poeta con su propia alma, y ese espectáculo genera poca sangre, poco desparrame de vísceras. Con el ensayo ocurre tres cuartos de lo mismo. El negocio huye de la lírica y se guarece en el calor humeante de las vísceras, en el mondongo, en la novela. La poesía es la verdulería de la literatura, el tubérculo retorcido e íntimo que nace de lo más profundo, del gusanal que va criando con mimo el poeta en el pecho y que entrega al lector convertido en ofrenda, en delicattessen. La novela nace en parto doloroso, con vocación de fiera, con olfato de perro cimarrón, siempre presto a lanzar dentelladas a la oveja que se duerme, a la sensibilidad dormida.

La poesía es interiorización. El ensayo intromisión. La novela expansión, andamiaje, arquitectura, barroquismo, complicación. Por eso los mimbres más maleables para la construcción de una novela se encuentran en las dictaduras.

En una dictadura todos los conflictos se hacen carne y salen a la calle a que alguien capte al vuelo la novela que cada cual lleva pintada en el rostro. La novela está viva en una dictadura, se hace vida y toma café en los veladores, pasea al perro al caer la tarde, lleva a los niños al colegio. En cada rellano de cada casa hay agazapada una tragedia. En el sillón orejero donde reblandece las penas el padre de familia se fragua una novela. Cualquier vecino es protagonista de una novela con final triste.

Lo verdaderamente difícil es encontrar la novela en un mundo feliz. Willian Goodman dice que hoy todo el cine es cómic. Yo diría que hoy toda la novela española vive un poco del cómic del guerracivilismo y sus consecuencias, desde El lápiz del carpintero a Soldados de Salamina, desde La leyenda del César visionario a La voz dormida, todo es prensar las carnes de una fruta que no deja de soltar jugo y rentabilidad. Y es ese terreno el que vienen a abonar los dos premios Planeta de este año. Tragedia de vidas cruzadas al barullo de metralla. Lírica del desencanto. Amor como refugio y como trinchera. Dictadura. Más de lo mismo.