El Ministerio de Fomento ya ha decidido dónde ubicará la estación del AVE en Plasencia: en la finca Retortillo, a 13 kilómetros de la ciudad. Es la solución que el Ayuntamiento placentino no quería; tampoco era la que pretendía Malpartida de Plasencia, pero desde que surgió la polémica sobre la ubicación no ha habido una alternativa suficientemente clara para que pudiera ser finalmente la elegida.

Ahora, un ayuntamiento y otro calculan qué parte de la estación y sus servicios anexos quedarán en un término municipal y en otro (en el de Plasencia, apenas el espacio para 400 plazas de aparcamiento y para llegar hasta él se precisará una pasarela). Las discrepancias y los tira y afloja de Plasencia y de Malpartida de Plasencia sobre la ubicación de la estación son lógicas: cada ayuntamiento quiere lo mejor para sí. Pero a la vista de lo ocurrido todo indica que esa discusión se ha llevado buena parte de las energías que tendrían que haberse invertido en convencer a Fomento de que la alternativa de una estación más cercana debería prevalecer sobre la finalmente elegida. Y no es lo único que llama la atención en este asunto: también es significativo el silencio mantenido por la alcaldesa Elia Blanco en torno a uno de los proyectos más importantes para la ciudad. El hecho de que los ayuntamientos conocieran la ubicación de la estación desde hace quince días --como señaló ayer el diputado Carlos Trujillo, que fue el encargado de dar a conocer, en nombre del PSOE, lo decidido por Fomento--, y no informaran de ello, hace dudar de la alcaldesa placentina. Es Plasencia la más perjudicada y en una situación así se debería saber qué piensa su primera ciudadana.