El otro día escuchaba a un aspirante a la alcaldía de Plasencia, ciudad en la que vivo desde hace cincuenta años, prometer que, en el caso de que los ciudadanos le dieran su confianza, haría de Plasencia una ciudad wi-fi , para que todo el mundo se pudiera conectar a internet sin cables, dándose, a mi modesto entender, una aureola de modernidad y progresismo.

Pues bien, el 2 de mayo me acordaba de esa promesa, porque a media tarde cayó sobre la ciudad una fuerte tormenta que, como viene siendo habitual, produjo continuos cortes de luz a los vecinos de la calle Núñez de Balboa. Cuando se recuperó el suministro eléctrico lo hizo en sólo dos fases y los vecinos de los números 9, 14, 15 y 16 no tuvimos luz hasta las doce de la noche. Esto no nuevo, sino bastante habitual: el 12 de abril estuvimos sin luz desde las cuatro de la tarde a las diez de la noche; el 26 de marzo, también; y... muchos días más tenemos apagones debidos a la sobrecarga que sufren los transformadores. Nos dicen que ¡es debido al auge de la construcción!, pero yo creo que, sobre todo, se debe a la desidia, pues nadie se preocupa de controlar y arreglar este problema.

La consecuencia, lógica, es que siempre que si hay un apagón se estropea algún aparato, desde la calefacción al frigorífico y ¿algún aparato médico? Y cuando damos parte al seguro por los daños sufridos estamos al borde de que la aseguradora nos cancele la póliza por gastosos .

Todos estos trastornos tienen su origen en una lamentable falta de atención y responsabilidad de la compañía Iberdrola (la quinta empresa eléctrica del mundo, según nos dice su ecológica publicidad), que no repara en gastos para patrocinar deportes de élite, pero que debe destinar poco dinero a su servicio de atención al cliente y a prevenir y reparar averías que repercuten en sus abonados. Quizás debería invertir menos dinero en la vela para que los clientes no tuviéramos que gastarlo en velas.

Por eso, agradezco a los aspirantes a regidores municipales que traigan ideas innovadoras (wi-fi, banda ancha, carril-bici, aparcamientos en circunvalación, etcétera) y que nos prometan acciones para mejorar la vida vecinal. Pero también quiero que obliguen a las empresas que prestan servicios públicos a que mejoren la atención a los cuarenta mil ciudadanos, para que tengamos una vida cotidiana más cómoda y agradable. Y que presten igual atención si la bolsa de votos es grande o pequeña; al fin y al cabo todos tenemos los mismos derechos, aunque vivamos alejados del centro de la ciudad.

Jesús Muñoz Pascual **

Plasencia