Plasencia sigue siendo una pesadilla para el PP. No le basta acometer un profundo proceso de renovación; no les basta presentar a Miguel Cantero como el principio de una nueva época en la ciudad. Ni siquiera les bastó el haber pasado de 6 a 10 concejales en las elecciones municipales, empatando a escaños con el PSOE. Parece como si el PP placentino fuera permanentemente víctima de las tensiones entre las fuerzas que pretenden ejercer el poder local y el poder provincial. Los últimos acontecimientos, que se han saldado con la baja voluntaria de los concejales Miguel García Pintor y Pilar Sánchez un minuto antes de que los expulsaran, es el último episodio de esa deriva.

El resumen cuantitativo es que el grupo popular, que empezó la legislatura con 10 concejales, ahora tiene 8. Y no se sabe si la hemorragia parará aquí a la vista de la desunión existente en el grupo que representa al partido en el Ayuntamiento, como lo ha puesto de manifiesto el escaso entusiasmo del colectivo de concejales cuando tocó decidir echar a los dos ´disidentes´ de las comisiones informativas (5 votos a favor, 2 en contra y 3 ausencias).

Pero el resumen cualitativo es peor: la imagen que ha dado el PP placentino es temerosa, calculadora. Debió echar fulminantemente a Pintor cuando dio positivo en una prueba de alcoholemia, y a Sánchez cuando apoyó la terna del PSOE a Caja Extremadura. De haberlo hecho, ahora estarían con los mismos concejales, pero habrían transmitido a los ciudadanos un mensaje de rigor que tanto esperan de los políticos.