XTxras una larga y somnolienta travesía por el desierto de la abulia, durante gran parte del siglo XIX y salvo años gloriosos, del XX, Plasencia encara esta nueva centuria con el estigma de su endémico mal: sus políticos.

Siempre que se hace crítica de la actitud de una sociedad, sobre todo una como la placentina, se emplean términos rotundos. Se ha dicho de su actitud aldeanista, su carácter amurallado, de su ombliguismo y su altanería, y de un largo puntual de suspensivos con los que se suelen definir a veces las conductas poco emprendedoras, egocéntricas, arcaizantes o desconfiadas del ciudadano del Jerte. Incluso se le ha tildado de cainita. Pero, dadas las circunstancias políticas que nuevamente se dan en el municipio, habría que disculpar al hombre de a pie para señalar de modo inclemente al hombre público: al político de Plasencia. De nuevo el interés personal (ni siquiera el de partido, que también sería malo), bajo la disculpa que sea, prima sobre el interés general del pueblo. De nuevo se postra cada uno rendido ante el atractivo entontecedor de la erótica del poder : del sillón, independientemente de credos y militancias.

La providencia ha hecho que la noble, leal y benéfica urbe crezca por pura inercia: ...aunque los placentinos no quieran , gracias a estar bendecida naturalmente como enclave en todos los sentidos. Y así discurre su historia, entre acomodaticia e indolente al progreso general, como corre su río ajeno a los avatares de los tiempos. Y también así, con esta conformidad cómoda y contagiosa, los que deberían ser adalides de la causa pendiente del progreso placentino vacan, y se enzarzan alegremente en sus peleas familiares, ignorando la urgencia que tiene la población de afrontar retos y desarrollos, que pueden sino dejarla pronto en el hastío y el atraso; de espaldas otra vez a la modernidad y al crecimiento. Pero al caso, permanecen solazando y conspirando en los cafés. Sordos al ruidoso cambio que otras ciudades extremeñas experimentan, día a día, en su despegue a la modernidad; alejándose socioeconómicamente y con celeridad de la que, otrora, fue una de las mas importantes plazas de la región. Olvidándose también que, al paso, estamos cada vez más cerca de ser, más un pueblo aburrido y viejo que dormita en los laureles, que una localidad en superación y renuevo.

En este teatro político de la ciudad se suceden las traiciones, las apostasías y los enredos, sin el menor rubor ni recato, ante la incredulidad ciudadana. Pero: ¿nadie piensa en que todos los que han ido en una lista o candidatura han contraído una responsabilidad histórica de la que deberán dar cuenta? ¿A quién, si no, culparemos esta vez al final de haber perdido los nuevos trenes del progreso? Y si no se pone coto: ¿con qué cara podrán solicitar entonces otra vez las formaciones la confianza del votante? ¿Se fiará el placentino de alguna sigla, nombre o partido? Me pregunto a qué nivel están dejando a la clase política, por otro lado necesaria y puntualmente digna de encomio.

En una villa de Almería, ante la sucesión de problemas que acuciaban al lugar, el sesudo alcalde ha citado a los viejos, al consejo de ancianos, para que su experiencia dicte el mejor sentido para convivir y prosperar. Puede que aquí, si se hiciera, ni los más longevos de la ciudad recuerden nada parecido; así sean de diferentes posturas políticas e ideológicas. Pero, aun así, podríamos proponer una élite de mayores nobles y representativos; y una junta de salvación ciudadana para remediar entuertos; y, ya puestos, no estaría mal un tribunal de ética y honor para el ejercicio político.

Sin alarmismos pero como aviso a navegantes (permítanme la licencia marinera): la ciudad, el barco, que somos todos, no se puede hundir o abandonar su norte por las rivalidades en el puente de mando. Son muchos los puertos a los que llegar y muchos los días perdidos de singladura. Si hay desacuerdo en el rumbo, que pase el disconforme de nuevo a tripulación ciudadana con dignidad: nadie es imprescindible y ningún cargo es vitalicio.

*Presidente del Ateneo Cultural

Ciudad de Plasencia y presientedel Club Unesco de Plasencia