Profesor

Plasencia es una ciudad preciosa a la vez que laboriosa. Sus autoridades han decidido que una ciudad tan bonita no es compatible con la existencia de pobres. Sobre todo si son forasteros. Porque los placentinos pobres forman parte del paisaje y del paisanaje sin problemas. Están recluidos en unos barrios concretos, aceptan el socorro, ayudas y caridades del resto de placentinos y no molestan demasiado. Pero lo de los pobres forasteros es otra cosa. Osan ocupar el centro de la ciudad, se apostan en los lugares más frecuentados, exhiben su pobreza para que las conciencias de algunos se sientan interpeladas. Y sobre todo dan una mala imagen de la ciudad. Y como una imagen vale más que mil palabras, pues solamente les han dicho una palabra: fuera. Y los han enviado a otras ciudades, entre ellas Cáceres por aquello de las buenas relaciones entre ambas. Porque es mucho mas fácil expulsar a los pobres que ayudarles a salir de la pobreza mediante un trabajo. Sobre todo si es honrado.

Lo malo de los pobres no es que sean pobres sino que visten como pobres, huelen a pobre y se comportan como pobres. Por eso las asociaciones de comerciantes no quieren ni verlos. ¿Alguien ha visto a un pobre comprar en una gran superficie, en una tienda de regalos, en un comercio de trajes de moda, en una zapatería o en un concesionario de coches? Y no solo eso, sino que dada su apariencia pueden lograr suscitar la compasión de los consumidores y el dinero que debería entrar en las cajas registradoras de los establecimientos puede ir a parar a las manos de los pobres. Que además ya se sabe que se lo gastan en vinorro.

Y es que hay que tener vista con los forasteros. En Cáceres recibimos con fanfarria a Berlusconi. Al ayuntamiento y a los comerciantes no les ha importado que sea un individuo con tendencias fascistas, un corrupto que maneja la justicia a su gusto. Es un rico y por lo tanto viste como rico, huele a rico y se comporta como rico. En Marbella han tenido mejor suerte. Han recibido al rey de Arabia, que ese si que viste como rico, huele a rico y consume como rico. Nadie se ha fijado en que es un dictadorzuelo, nepotista, misógino. Las asociaciones de comerciantes de Cáceres y de Marbella suspiran porque todos los visitantes de sus ciudades sean como Berlusconi y el rey y los ayuntamientos hacen todo lo posible para atraerlos.

Pero el Ayuntamiento de Plasencia no ha hecho otra cosa que ser consecuente con el pensamiento económicamente correcto. Ha globalizado a los pobres. ¿Acaso no se exportan bienes de consumo de un país a otro? ¿No se establecen relaciones comerciales entre ciudades? ¿No habíamos quedado en que el dinero ya no tiene fronteras? ¿Pues por qué Plasencia ha de quedarse con la exclusiva de los pobres? Y además se contribuye al auge de un sector de mucha trascendencia en la economía española. El turismo. ¿Es que los pobres podrían hacer turismo si ayuntamientos como el de Plasencia no sufragaran su viaje?