WEw l Banco Mundial acaba de presentar un informe sobre Latinoamérica en el que incluye una novedosa interpretación económica sobre la relación entre pobreza y crecimiento, en la que se abandona el término en desarrollo para clasificar a parte de los dos centenares de países que integran este organismo de la ONU, que, junto con el Fondo Monetario Internacional, es el principal vigilante y corrector de la economía del planeta. Una frase que han destacado los autores del texto ha galvanizado todo su contenido: "La pobreza es negocio". Estamos ante una rectificación largamente esperada por no pocos estudiosos de las causas de la pobreza y de cómo combatirla. La receta, casi única y universal, había sido hasta ahora que el crecimiento de la economía era el único camino de los países pobres para abandonar el furgón de cola de la prosperidad. Al aplicar esos principios a Latinoamérica se ha comprobado que deben revisarse. Pese a la diversidad de países, regímenes políticos y ayudas internacionales, se ha impuesto otra realidad. El crecimiento, en promedio, del subcontinente americano, superior al 5% anual, la reducción de sus tasas de paro y la eliminación de las tensiones de tipos de cambio e inflación son un indicio de buena salud macroeconómica nada despreciable. Pero los otros indicadores, los sociales, registran una pobreza rampante para casi un 40% de los suramericanos, que acaban siendo víctimas de la explotación si se quedan en casa o de las penurias si emigran. El Banco Mundial, por fin, ha sabido dar la vuelta a este círculo vicioso y ha enviado un mensaje: el crecimiento es necesario, pero no suficiente, para reducir la pobreza.