Doss años después de que entrase en vigor la polémica ley antitabaco, yo no sé si es que se han olvidado por completo su contenido, nunca se ha asumido ciertamente o es que se cumple en muy pocos sitios, fundamentalmente porque quienes nos sentimos fumadores pasivos y sufrimos en algunos casos esos ataques en forma de humos, no nos mojamos a la hora de presentar la correspondiente denuncia, sobre todo porque en muchos casos se trata de personas de nuestro entorno y de locales a los que solemos ir con frecuencia, y por tanto con los que tenemos algún tipo de afinidad.

Parece ser que los motivos de que no se haya actuado con carácter general contra quienes se saltan a la torera las reglas establecidas, se deben a escasez de personal, a la falta de inspecciones que puedan contribuir a un mejor y más eficaz control contra los empresarios que aún no se han enterado, o que intencionadamente no se han sentido aludidos, y que siguen siendo permisivos con sus clientes fumadores, fastidiando eso sí a los que sin serlo tienen que fastidiarse con las columnas de gases contaminantes que se emiten con los actos delictivos de aquellos. Porque no nos engañemos, fumar en lugares prohibidos por la ley es un delito, y por tanto quien vulnera la norma es un delincuente, con las connotaciones o matices que se le quieran poner, pero al fin y al cabo este comportamiento así lo establece.

En otro lugar se sitúa también el componente político que ha posibilitado, no un incumplimiento de la ley, sino simplemente un lavado de cara de la misma, suavizando su contenido hasta el punto de que en algunas comunidades autónomas se fuma prácticamente de la misma manera que hace dos años, lo que nos indica --una vez más-- el poco rigor y la poca seriedad con que se actúa en ciertos temas. De todo esto, lo que más me preocupa es el daño que se hace a muchos niños, que sin comerlo ni beberlo son perjudicados, en actos de una absoluta irresponsabilidad por parte de quienes han de velar por su salud y bienestar.

*Técnico en Desarrollo Rural