XExl poder actúa sobre los poderosos como una droga, como una enfermedad. La adicción al poder, a veces, es tan fuerte que les resulta muy doloroso y hasta imposible desprenderse de ella. Imbuidos de ideas mesiánicas, y considerándose salvadores de sus pueblos, prefieren morir cumpliendo con su deber antes que abandonar. Aquellos que intenten desbancarlos serán considerados enemigos a batir, traidores a la patria con todas sus consecuencias. Como todos los drogadictos son los últimos en reconocer su enfermedad. Sobran ejemplos por todas partes: Stalin, Hitler, Mao Tse Tung, Sadam Hussein, Baby Doc, Idi Amin, y un largo etcétera. Sin contar a los de tercera división ni al navajeo de los políticos locales. Todos ellos se comportaban como locos de atar. Las gentes bajo sus garras no son ciudadanos, son esclavos. Sólo la democracia, y no siempre, o una fuerza superior pueden arrancarlos de su sillón, sillón que jamás dejarán voluntariamente. Tras las pasadas elecciones locales comprobamos, una vez más, la locura que se apodera de los que, especialmente, ganan el poder, con las excepciones de rigor. Los medios de comunicación nos muestran a gentes de ideas delirantes, a veces estrafalarias, incapaces de distinguir la realidad de sus deseos. No sólo mienten, sino que además se creen sus mentiras que, por otra parte, responden a peticiones absurdas de votantes que exigen imposibles. Por otra parte los pueblos son muy sensibles a las dotes paternalistas, autoritarias y a los gestos teatrales de nuestros gobernantes. Raramente se fijan en los hechos más que en las palabras, en la capacidad de servicio más que en la de mando, más en su orgullo y desplantes ante los inferiores que en los resultados de sus gestiones. Los Evangelios nos advierten: "Por los hechos los conoceréis". Pero, ¿Quién se fija en los hechos? En principio a las gentes nos gusta ser mandados. Preferimos, aunque nos cueste reconocerlo, que otros piensen por nosotros, que nos den las cosas hechas, los problemas resueltos y la seguridad impuesta. Cuando en la toma de decisiones no se cuenta de verdad con el pueblo y no se trabaja por sus intereses, el pueblo termina revolviéndose con resultados imprevisibles. La locura de los poderosos es multiplicativa. Si dos jefes se odian, este odio se traslada a sus seguidores, que pueden ser millones; si son sensatos e inteligentes, sus seguidores se comportarán razonablemente. El pueblo puede dividirse en dos fracciones irreconciliables llenas de odio, o en un solo pueblo donde reine la cordura y la paz. Donde no hay paz ni concordia la ruina se extiende rápidamente. Demasiada responsabilidad la de los políticos. Demasiada responsabilidad la de las personas que no se informan, ni piensan por su cuenta. Demasiada responsabilidad la de las personas: políticos y votantes, que en democracia a todo dicen: Sí Señor... Mandeee y... Amén. Tampoco hay que sorprenderse, estas conductas están grabadas en los genes humanos desde el principio de los tiempos. Se han dado en todas las épocas y en todas las sociedades. La Biblia nos presenta un ejemplo revelador en el libro de Daniel , cuando habla de la locura del Rey Nabucodonosor "Su corazón se ensoberbeció, su espíritu se endureció altivo, se creyó como Dios, y se hizo adorar como tal. Tuvo un sueño terrible que se lo interpretó Daniel: ...ese eres tú ¡Oh rey!, que has llegado a ser grande y fuerte, y cuya grandeza se ha acrecentado y ha llegado hasta los cielos, y cuya dominación se extiende hasta los confines de la tierra. (...) te arrojarán de entre los hombres y morarás entre las bestias del campo, te darán a comer hierbas como a los bueyes, te empapará el rocío del cielo y pasarán sobre ti siete tiempos hasta que aprendas que Altísimo es el dueño del reino de los hombres y se lo da a quien le place, (...) y puede poner sobre él al más bajo de los hombres". El mismo Daniel le da la solución: "...redime tus pecados con justicia, y tus iniquidades con misericordia a los pobres, y quizá se prolongará tu dicha". Nabucodonosor rectificó y fue restituido en su trono; pero tuvo que venir un enviado del Señor para que se aclarase su mente y se moviera a penitencia. ¿Cuántos enviados tendría que mandarnos hoy el Señor? En democracia el diablo también vota, y los imprevistos son tantos, que a pesar de todas las previsiones, será mejor que los creyentes no se olviden de rezar antes y después de las elecciones. "¡Señor! Que los gobernantes locos de atar, los maníacos, los frenéticos, los chiflados, los atolondrados, los inconscientes, los listos , los que se creen Napoleón , los prevaricadores, los ladrones, los maníacos, los mentirosos... sean los menos posibles; y si no es mucho pedir, te rogamos que sus enfermedades no sean muy graves".

*Escritor