Determinan ambos la vida de las sociedades, que ponen sus intereses al cobijo de los gobiernos. Mando y poder propician esquemas de orden y concierto que evitarán al ciudadano estar al albur de situaciones sociales sin medios para proyectos comunes. Ambos suelen recaer en quien posee recursos idóneos para conducir a un determinado colectivo que, por lo común, viene a ser un brillante líder carismático. Mas es un binomio con diversos colores: Simbolizado como poder supremo, en El Estado soy yo , de Luis XIV ; y en el lienzo altivo de Velázquez , El conde-duque de Olivares , mostrando, desde su alazán, su pasión de mandar, según Marañón . Y admirado en prohombres, como un Premio Nobel, novelista universal, pensador de siglo, hombre de Estado, sabio financiero, descubridor de vacuna... O dotado de glamour, como en aquel rey de Hollywood: Clart Gable ; en Sinatra , mítico cantante, y en Chaplin , cómico genial. Todos mandaron en la escena. Y deslumbraron. Como manda la reina en el enjambre, el león, en la selva, y, en la berrea, el ciervo más dotado. Es sagrado poder en la milicia, bajo una rígida cadena de mandos: desde el general en jefe, dirigiendo ejércitos; el general, su división y el coronel, su regimiento, con entorchados tan taumatúrgicos que si ellos faltan, sus tropas se rinden; se va a la deriva un barco, sin capitán, y se arruga la sección sin su sargento. El gerente dirige la empresa y alguien coordina el hiper. Poder y mando, con raíz sexual en política, según Romanones, son preciosos instrumentos de transformación social. Y la OTAN, ONU y UE, son entramados de poder con mando supremo. Pero éste se puede perder, como ocurrió a Napoleón, en Waterloo. Y hoy les sucede a los Rockefeller que no tienen para el alquiler en el neoyorkino rascacielos.

El poder señala caminos a recorrer, mientras que está empedrada de jefes toda sociedad estructurada, con organigramas de riguroso sistema piramidal. En un estado de derecho, se demandan fuertes poderes, para subsanar carencias sociales o vigorizar sus activos, evitando duras crisis de masas. Por ello, los poderes políticos sufrirán, si es preciso, drásticas medidas, para superar negras épocas, de sello irreversible. Y por ello, el poder será benéfico, sin demagogias ni corrupciones, pues pueden llegar a degradar al más acreditado jerarca. Y que posea un mando cercano, ya que señala el proverbio turco que el caballo conoce por la brida al que lo conduce.