Fin de semana. Noche cerrada. Necesitas volver a casa. Y la historia se repite. Para mí y para todas las mujeres que conozco. Los años pasan, puede que cambies de ciudad, de barrio, de ambientes... No importa. Tu libertad y tu derecho de caminar por la calle a ciertas horas se convierte en un aprieto.

Te has tomado tus copas en el bar y te apetece caminar, tomar el aire, volver a casa tranquilamente. Pues no. Espérate que ya nos vamos... «¿Por qué no dejas que (amigo x) te acompañe?»... «Coge un taxi»... «Ni se te ocurra ir sola».

Y como adolescentes seguías los consejos, sometías tu voluntad y tus ganas al ‘sentido común’ dominante. Una década después, ya no te da la gana. Te vuelves más segura de ti, y también más temeraria, pero llega un punto que vivir sin miedo se convierte en una postura, en una forma más de lucha.

Ahora bien, la valentía va con restricciones. Echas a caminar por las rutas más concurridas, que haya movimiento de gente, luz. Te acercas a personas que te inspiren confianza, normalmente mujeres, en un gesto que seguramente sea recíproco, te alejas o reculas si ves un grupo de varones, que pierde algo de su peligrosidad si descubres chicas entre ellos, aceleras el paso cuando te descubres sola en la acera.

Ya queda poco, ya llegas a casa, ¡misión cumplida! «Chsss, preciosa, hola, ¡hey! ¿qué tal?». No llevo una estadística propia, pero apostaría que la situación se me ha venido repitiendo en la mayoría de trayectos.

Lo que nos preguntamos todas es ¿por qué? Hay quien dirá: «mujer, qué exagerada, si no te ha hecho nada». Cierto. Pero la pregunta es qué gana ese señor llamando mi atención -o la de cualquier mujer que se le pase por delante-. ¿Cuántas mujeres se paran a hablar con un desconocido en una calle desierta en el medio de la noche? Diría que entre pocas y ninguna. Entonces, ¿qué gana ese señor? ¿Podréis entender que para lo que vosotros puede ser divertido o chiste a nosotras nos pone en alerta ante una amenaza real? ¿Que no podemos saber si en un par de segundos nos vais a intentar empujar contra un portal o simplemente sois imbéciles? El acoso callejero es la expresión más leve y a la vez más básica en la violencia contra la mujer. Es el momento de erradicarlo, que deje de ser otro de los sinos que nos toca sufrir durante toda la vida. Parad. Dejadnos andar en paz.