Solo la poesía nos cura en los momentos difíciles". La frase, rotunda, también llevaba implícita una especie de alivio y provenía del poeta extremeño Pepe Cercas en una entrevista publicada en este diario. Al periodista le quedó grabada en ese almacén de titulares que acostumbra a destacar para captar la atención de los lectores. El autor hablaba de la poesía como un oficio vital, algo parecido a una tabla de salvación a la que agarrarse cuando el barco zozobra o las fuerzas escasean.

Y, por qué no, también una manera de que la belleza se haga palabra en unos versos, da igual de dónde vengan. En medio de ruido, del exceso de frases huecas que no van a ninguna parte, emerge la figura del poeta como gran testigo de este tiempo, unas veces mudo, otras en voz alta, para gritarle al mundo que solo se vive una vez. De ese ejercicio, callado, valiente y tenaz, me atrevo a escribirles ahora que llega el frío y los cuerpos se ponen a cubierto. Pronto se encenderán las luces de Navidad y hará falta abrigarse para esquivar la nostalgia de quienes se fueron y prepararse para el nuevo año con los contadores a cero. En mi mesilla de noche amontono libros, tres tienen nombres de poetas, el último, de Antonio Carvajal , Premio Nacional de Poesía 2012 y profesor de Granada jubilado. Pasar las páginas de su último libro, Un girasol flotante, se convierte en un placer que me gustaría compartir con ustedes. La poesía tiene la virtud de transformar, de ver otros mundos dentro del nuestro. Los poetas, que hace tiempo dejaron la etiqueta de tipos tristes y taciturnos, afronta el reto más difícil de reivindicar que la palabra escrita siempre alivia los corazones.